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Agroecología renace en Boyacá para cultivar productos saludables

Colombia Agricultura

Recuperando prácticas que desarrollaban antes sus abuelos, agricultores de este departamento han optado por reconvertir sus métodos de producción hacia la agroecología en busca de autonomía alimentaria y de productos libres de químicos, de mayor calidad. Encontrar la relación entre los saberes ancestrales y la autonomía alimentaria en el marco de la agroecología fue uno de los objetivos de la investigación que desarrolló María Pierina Lucco, antropóloga y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Para ella, la agroecología se puede entender desde cuatro puntos de vista: como ciencia que investiga acerca de los procesos que se generan en las fincas; como un movimiento social que se declara en contra de las formas convencionales de hacer agricultura con pesticidas y demás insumos de origen químico; como una práctica agrícola que retoma los postulados ecológicos para cultivar y como un sistema de valores éticos de respeto a la vida de los seres que habitan la finca.

Tanto la soberanía como la autonomía alimentaria se entienden como procesos que recuperan los saberes ancestrales de las comunidades campesinas y que trascienden el concepto de seguridad alimentaria, pues exigen no solo garantías para acceder a los alimentos, sino que los agricultores deciden qué se siembran y cómo, según las particularidades culturales de su región. Por ello, la agroecología, los saberes ancestrales y la autonomía alimentaria no pueden desligarse, explica la magíster Lucco.

Agrega que “para la soberanía alimentaria no es suficiente el acceso al alimento, sino que este debe provenir de una producción limpia y de un mercado justo con el campesino”.

Por otra parte, la autonomía alimentaria se distingue de la soberanía en cuanto esta última tiene una escala de acción del Estado, mientras que la autonomía alimentaria es a nivel de vereda y municipio, valiéndose de estrategias de gobierno propio y comunitario.

Como es un concepto en construcción, a partir de la investigación se propuso abordar la autonomía alimentaria desde cuatro categorías: autoconsumo de las familias campesinas, agrobiodiversidad, conservación de semillas y autogobierno comunitario.

Este trabajo se realizó en 21 fincas de agricultura familiar campesina de Boyacá: 8 en Ventaquemada, 6 en Turmequé y 7 en Tibasosa. Durante la primera fase de campo se hicieron recorridos por cada finca con las familias, con quienes se realizaron ejercicios de cartografía social para saber la ubicación de los cultivos y las percepciones que tienen sobre sus fincas.

También se hicieron gráficos históricos de producción para saber cómo han cambiado las prácticas agrícolas. “Por ejemplo, cultivos como el trigo y la cebada han desaparecido por la política de la apertura económica de los años noventa”, subraya la investigadora.

Además se realizó un calendario de actividades para ver en qué momentos del año se presentan más plagas, cuándo se registran más lluvias, en cuáles hay mayor abundancia y escasez en la producción de las fincas y cómo sobrellevan estos momentos las familias.

En una segunda fase de campo, por medio de la observación participante, la investigadora compartió con los campesinos un día de trabajo en cada finca para evidenciar las prácticas ancestrales.

La investigadora considera que uno de los mayores problemas que enfrentan estas familias campesinas son los monocultivos vecinos: “ellos le están apostando a producir papas nativas de manera orgánica; entonces, ser vecino de un gran terreno a modo de monocultivo los afecta por los pesticidas que se aplican y que se meten en sus fincas, alterando la intención de la producción orgánica y la salud de las familias”.

La tenencia de la tierra es otro problema. “La mayoría de campesinos no son propietarios, y los que sí lo son, sus predios son mini y microfundios, muy por debajo de la unidad agrícola familiar que debería tener una finca”, asegura la antropóloga, quien considera que propuestas como la agroecología se traducen en un gran esfuerzo que contribuye a la solución de las amenazas del cambio climático.

Sugiere además que en sus políticas de desarrollo el Gobierno debe tener en cuenta las propuestas que surgen desde los municipios, pues los costos de los productos orgánicos resultan más elevados que los de la agricultura convencional, lo cual implicaría establecer algunos subsidios a la agricultura ecológica, con el fin de que los campesinos puedan ser competitivos en mercados nacionales.

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