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Biotecnología alimentaria en México, ciencia con identidad para el futuro de América Latina

México Cárnicos

Impresoras 3D que generan filetes a base de plantas, carne cultivada en laboratorio, sensores que detectan la descomposición de alimentos y bacterias que fermentan harinas proteicas en biorreactores. Lo que hasta hace poco parecía una escena de ciencia ficción es hoy una realidad en fase de desarrollo o pruebas piloto.

Sin embargo, estas innovaciones plantean interrogantes fundamentales para América Latina: ¿estamos preparados para integrar estas tecnologías? ¿Cuál es el papel de la ciencia regional frente a los desafíos globales de alimentación?

Estas y otras preguntas se discutieron durante una nueva edición de los “Jueves de Ciencia”, iniciativa organizada por Fundación UNAM y el Consorcio de Universidades por la Ciencia. En esta ocasión, el evento proyectó el documental La alimentación del futuro y reunió a destacados especialistas como la doctora Alejandra Covarrubias, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, y el doctor Ranier Gutiérrez, del Departamento de Farmacología del Cinvestav.

Una visión desde el sur: biotecnología adaptada a la diversidad
En México y en buena parte de América Latina, la biotecnología alimentaria enfrenta retos particulares. La doctora Covarrubias, quien investiga la resistencia a la sequía en cultivos como el frijol, advirtió que las tecnologías de punta como la agricultura de precisión —que incluye el uso de drones, sensores, tractores autónomos y algoritmos de manejo— están pensadas para contextos de alta infraestructura, como los de Europa o Estados Unidos.

“Estas soluciones no son universales. En nuestros países, las realidades rurales son complejas, con productores pequeños, gran diversidad climática y fuertes componentes culturales en los sistemas alimentarios. Si la biotecnología no se adapta a esa realidad, simplemente no tendrá impacto”, explicó.

Desde su experiencia, Covarrubias propone una biotecnología “con rostro latinoamericano”, que no busque uniformar, sino respetar la diversidad agrícola, social y cultural de la región. Mejorar genéticamente una planta no basta: se requiere entender las condiciones del territorio, las prácticas locales y las preferencias del consumidor.

Tecnologías emergentes: oportunidades y riesgos
El evento también analizó tecnologías disruptivas que avanzan rápidamente en Europa, Asia y Norteamérica: carne cultivada sin animales, fermentación de precisión para producir proteínas y sustitutos lácteos, y alimentos impresos en 3D. Estas innovaciones prometen reducir el impacto ambiental de la industria ganadera y atender la creciente demanda de alimentos sin aumentar el uso de tierra o agua.

Pero el doctor Gutiérrez fue enfático en señalar que no todo lo tecnológicamente posible es deseable. “Muchos de estos productos son alimentos ultraprocesados, con estructuras nutricionales nuevas que todavía no entendemos del todo. Podemos simular el sabor y la textura, pero no sabemos aún cómo los absorbe el cuerpo a largo plazo”, advirtió.

Además, alertó sobre los intereses comerciales que impulsan algunas de estas soluciones como inevitables, muchas veces sin un debate público amplio ni una evaluación ética suficiente.

Innovación con identidad: la biotecnología como puente
Frente a la fascinación por lo nuevo, el evento recordó que algunas de las innovaciones más eficaces han sido aquellas que combinan ciencia con saberes tradicionales. El documental mostró ejemplos como la acuaponía, las granjas urbanas circulares y programas de asistencia técnica digital para agricultores familiares en Asia.

“Uno de los avances más importantes de los últimos años fue un programa en China que permitió reducir el uso de fertilizantes gracias a asesoría técnica digital. No hubo robots, ni laboratorios: solo ciencia útil”, explicó Covarrubias.

En ese sentido, México y América Latina tienen un gran potencial para desarrollar una biotecnología alimentaria que no copie modelos externos, sino que construya soluciones locales basadas en colaboración, conocimiento ancestral, educación nutricional y respeto a la biodiversidad.

Tecnología sí, pero no sola
Ambos especialistas coincidieron en que la biotecnología es parte de la solución, pero no puede ser la única. Redistribuir recursos, cambiar hábitos de consumo, proteger el medioambiente y garantizar el acceso a una alimentación saludable son igual de urgentes. 
La región necesita una ciencia que dialogue con su gente, que fortalezca la soberanía alimentaria y que imagine un futuro en el que alimentar a 10 mil millones de personas no implique sacrificar al planeta, ni a las culturas que lo habitan.

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