María Guadalupe Beltrán Gómez, ingeniera en Bionegocios y especialista en Ciencia y Tecnología de Alimentos, representa una nueva generación de científicas emprendedoras que están transformando la industria desde la biotecnología alimentaria.
Su enfoque integra ciencia, sostenibilidad y modelo de negocio, con propuestas concretas que abordan desafíos como la malnutrición, el desperdicio alimentario y la educación nutricional en América Latina.
Desde el inicio de su carrera, Beltrán ha vinculado el conocimiento científico con el desarrollo de soluciones aplicables al mercado. Su formación en el Tecnológico de Monterrey, campus Sinaloa, le permitió profundizar en áreas clave como microbiología industrial, aprovechamiento de subproductos, desarrollo de alimentos funcionales y diseño de modelos de negocio con enfoque circular.
Uno de sus proyectos más destacados es Dry Food, una startup social que utiliza tecnologías de deshidratación para rescatar frutas y verduras descartadas por el mercado y transformarlas en snacks saludables, nutritivos y de larga vida útil. Esta solución responde tanto a un problema de pérdida de alimentos como a una oportunidad empresarial: generar valor a partir de subproductos. “Dry Food es un modelo escalable que transforma el desperdicio en nutrición. Aprovechamos excedentes agrícolas para crear una línea de productos con alto valor nutricional y bajo impacto ambiental”, explica Beltrán.
Dry Food también se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el ODS 2 (Hambre Cero) y el ODS 12 (Consumo y Producción Responsables), y ha sido reconocida en plataformas internacionales como Agente ODS (Bolivia), Map the System y Trepcamp. A nivel empresarial, ha logrado generar alianzas con productores rurales y cooperativas locales, consolidando un modelo de cadena de valor sostenible que puede replicarse en otros países de la región.
Otro proyecto que ilustra su capacidad para innovar desde la biotecnología alimentaria es Bioshake, una bebida simbiótica desarrollada a base de frutas y vegetales regionales, diseñada para combatir la obesidad infantil. Más allá de ser un producto funcional, Bioshake se concibe como una herramienta educativa. “Queremos que las niñas y niños no solo consuman un alimento nutritivo, sino que comprendan por qué es importante cuidar su salud. Desde la ciencia también podemos cambiar hábitos”, sostiene.
Ambas iniciativas reflejan una visión empresarial clara: usar la biotecnología alimentaria como motor de impacto económico, social y ambiental. Esta combinación de ciencia aplicada y visión de negocio le ha valido múltiples distinciones, como el Premio al Mérito Juvenil 2024 (Gobierno de Sinaloa) y el Premio Mujer Tec 2025 en la categoría de emprendimiento, donde fue seleccionada entre más de 39,000 candidatas a nivel nacional.
Actualmente, Beltrán colabora con una firma internacional con operaciones en México, Colombia y Estados Unidos, centrada en impulsar la internacionalización de empresas con enfoque sostenible. Desde ahí, continúa diseñando estrategias de crecimiento para iniciativas que, como Dry Food, nacen de la ciencia y se convierten en modelos de negocio con propósito.
A futuro, su objetivo es claro: fundar su propia empresa biotecnológica en México y expandir sus soluciones a nivel global, conectando ciencia, industria y comunidad. “Creo en una biotecnología con impacto real, que genere empleo, reduzca el desperdicio y mejore la salud. Mi meta es escalar este modelo, colaborar con organizaciones internacionales y formar redes de innovación alimentaria en América Latina”.
Con visión empresarial, conocimiento técnico y liderazgo con propósito, María Guadalupe Beltrán está construyendo un nuevo paradigma en la biotecnología alimentaria: uno donde la ciencia se convierte en empresa, y la empresa en agente de transformación.