El Ministerio de Salud (Minsa) lanzó una alerta preocupante: casi seis de cada diez adolescentes peruanos, entre 12 y 18 años, consumen alcohol. El dato —59,7% según el último informe nacional— revela una tendencia que amenaza la salud pública y el desarrollo psicosocial de los menores.
Más alarmante aún, en el grupo de adultos jóvenes de 19 a 24 años, el consumo se dispara hasta un 87,3%, consolidando un patrón de ingesta temprana que se prolonga en la vida adulta.
Un problema que comienza antes de los 15 años
La evidencia científica muestra que cuanto más precoz es el inicio del consumo de alcohol, mayor es el riesgo de dependencia y daño neurológico. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), comenzar a beber antes de los 15 años duplica la probabilidad de desarrollar alcoholismo en la adultez. En los adolescentes, el cerebro todavía está en pleno desarrollo —especialmente las áreas responsables de la toma de decisiones, la memoria y el control de impulsos—, lo que los hace particularmente vulnerables a los efectos neurotóxicos del etanol.
Un estudio de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (2023) identificó alteraciones en la corteza prefrontal y el hipocampo de jóvenes consumidores habituales de alcohol, afectando su capacidad de aprendizaje, regulación emocional y atención sostenida. A largo plazo, estos daños pueden traducirse en trastornos de ansiedad, depresión y mayor propensión a conductas de riesgo.
La moda de las bebidas “ready to drink”
Uno de los fenómenos que más preocupa al Minsa es la expansión de las bebidas premezcladas o “ready to drink” (RTD), diseñadas y comercializadas para el público joven. Estas bebidas combinan alcohol con sabores frutales, azúcares añadidos y presentaciones llamativas, lo que facilita su aceptación entre adolescentes.
La industria de bebidas alcohólicas ha sabido explotar esta tendencia: un envase colorido y el bajo grado alcohólico aparente (entre 4% y 7%) enmascaran su potencial adictivo. Sin embargo, su alto contenido de azúcar acelera la absorción del alcohol en la sangre, intensificando sus efectos. Investigaciones del Journal of Adolescent Health indican que los consumidores de RTD tienen un 40% más de probabilidades de sufrir intoxicación alcohólica que quienes beben cerveza o vino.
Consecuencias para la salud y la sociedad
El impacto del consumo temprano de alcohol va más allá del ámbito individual. La OMS estima que el alcohol es responsable de más de 200 enfermedades y lesiones, incluyendo cirrosis hepática, pancreatitis, hipertensión y diversos tipos de cáncer. En el Perú, el Minsa advierte que el consumo nocivo está vinculado al aumento de accidentes de tránsito, violencia interpersonal y suicidios.
Un estudio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos halló que el 35% de los accidentes de tránsito con víctimas mortales en jóvenes entre 18 y 25 años está relacionado con el consumo de alcohol. Además, el abuso de bebidas alcohólicas se asocia con un incremento en los casos de violencia familiar y agresión sexual, fenómenos que deterioran el tejido social.
Urgencia de políticas públicas efectivas
El Minsa subraya la necesidad de implementar políticas de control más estrictas, en línea con las recomendaciones de la OMS. Estas incluyen aumentar los impuestos al alcohol, restringir la publicidad dirigida a menores y fortalecer la fiscalización de la venta ilegal. El funcionario del ministerio, Jorge Díaz, destacó que “así como se sancionan locales por discriminación, también deberían cerrarse aquellos que expendan alcohol a menores de edad”.
Asimismo, se requiere promover programas educativos y campañas de prevención desde edades tempranas, involucrando a familias y escuelas. La evidencia muestra que los programas escolares basados en habilidades socioemocionales reducen hasta en un 30% el inicio del consumo de alcohol en adolescentes.
Una alerta que no puede ignorarse
El consumo de alcohol entre adolescentes peruanos no es una simple moda, sino un problema estructural de salud pública con consecuencias a largo plazo. La combinación de acceso fácil, normalización social y estrategias de mercadeo agresivas ha creado un entorno riesgoso para los jóvenes.
Frente a esta realidad, el llamado del Minsa no es solo una advertencia, sino un punto de inflexión: el país necesita reforzar su compromiso con la prevención, la educación y la regulación. De lo contrario, las cifras actuales serán apenas el preludio de una generación más expuesta a las adicciones y sus devastadores efectos.