Cada 7 de junio se conmemora el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, una fecha clave para recordar la importancia de garantizar que los alimentos que consumimos sean seguros.
Esta jornada, impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), busca generar conciencia sobre los riesgos alimentarios y promover acciones en toda la cadena de suministro, desde la producción hasta el consumo. En este contexto, Chile ha demostrado un compromiso sostenido con la mejora de sus sistemas de control, trazabilidad y educación en inocuidad, convirtiéndose en un referente regional en la materia.
El lema de este año, “Inocuidad de los alimentos: la ciencia en acción”, pone el foco en la base científica que sustenta cada decisión, regulación y procedimiento en torno a la seguridad alimentaria. La inocuidad no es una cuestión de azar ni de percepción: es el resultado de procesos basados en evidencia, que permiten identificar, controlar y reducir los peligros microbiológicos, químicos o físicos que pueden estar presentes en los alimentos. Según la OMS, 1 de cada 10 personas en el mundo se enferma cada año por consumir alimentos contaminados, lo que se traduce en más de 420.000 muertes anuales. Los grupos más vulnerables son los niños menores de cinco años, adultos mayores y personas con sistemas inmunológicos debilitados.
Chile ha sabido responder a estos desafíos fortaleciendo su sistema nacional de inocuidad alimentaria, que involucra a múltiples actores: desde el Ministerio de Salud, encargado del control sanitario y vigilancia epidemiológica, hasta el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y la Agencia Chilena para la Inocuidad y Calidad Alimentaria (ACHIPIA), que articulan esfuerzos con el sector privado, las universidades y la ciudadanía. En los últimos años, se han implementado protocolos más estrictos de control de calidad, campañas educativas para consumidores y capacitaciones para manipuladores de alimentos. La participación activa en organismos internacionales y la adopción de normas como el Codex Alimentarius también han permitido al país mantenerse alineado con las mejores prácticas globales.
La historia reciente recuerda que ningún sistema es infalible. En Chile, los brotes por Listeria monocytogenes en cecinas y quesos durante 2008 y 2009 dejaron en evidencia la necesidad de mejorar los mecanismos de control y respuesta ante incidentes sanitarios. Desde entonces, las autoridades han trabajado en fortalecer la trazabilidad de los productos, mejorar la inspección de plantas procesadoras y establecer protocolos más eficientes de comunicación y retiro de productos contaminados. Estos aprendizajes han reforzado la cultura de inocuidad tanto en la industria como en los hogares.
Es fundamental comprender que la seguridad alimentaria es una responsabilidad compartida. Los productores, elaboradores, distribuidores, autoridades sanitarias y consumidores tienen todos un rol que cumplir. La inocuidad debe garantizarse en todas las etapas de la cadena alimentaria: desde la producción primaria y la cosecha, hasta el procesamiento, transporte, almacenamiento, venta y consumo final. En Chile, se estima que alrededor del 45% de las enfermedades transmitidas por alimentos ocurren en el hogar, por lo que la educación del consumidor es clave. Adoptar buenas prácticas como la correcta refrigeración, la cocción completa de los alimentos, la higiene personal y la separación de alimentos crudos y cocidos puede marcar una gran diferencia.
Este año, la ONU hace un llamado claro a la acción con cinco recomendaciones fundamentales:
- Gobiernos, a fortalecer las políticas públicas.
- Productores, a aplicar buenas prácticas agrícolas y de manufactura.
- Empresas, a invertir en sistemas de gestión de inocuidad basados en ciencia.
- Consumidores, a informarse y tomar decisiones responsables.
- Educadores y familias, a fomentar desde la infancia una cultura de inocuidad alimentaria.
En definitiva, este 7 de junio no solo se trata de conmemorar, sino de actuar. Chile continúa avanzando con determinación hacia un sistema alimentario más seguro, resiliente y consciente, donde cada actor, desde el agricultor hasta el consumidor, tiene un papel clave que cumplir. La inocuidad no es un lujo: es un derecho y una necesidad para todos.