En un contexto global donde la nutrición funcional, las dietas basadas en plantas y la sostenibilidad marcan las decisiones de consumo e inversión, la avena se consolida como uno de los granos más completos y estratégicos para la alimentación humana.
Aunque el consumo per cápita en Chile aún se mantiene por debajo del de otros mercados desarrollados, este cereal avanza con fuerza en el comercio internacional y gana protagonismo en la industria de alimentos saludables, impulsado por la calidad, pureza y trazabilidad de la producción nacional.
Desde el punto de vista nutricional, la avena posee un perfil altamente valorado por la ciencia y por el mercado. Su contenido de fibra soluble, especialmente betaglucanos, prebióticos y proteínas de buen valor biológico la posiciona como un ingrediente funcional clave para formulaciones orientadas a la salud metabólica, cardiovascular y digestiva. Estos atributos explican el crecimiento sostenido de categorías como cereales de desayuno, bebidas vegetales, snacks saludables, panificados integrales y suplementos nutricionales a base de avena.
El doctor Miguel Ángel Rincón, académico del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile, señala que la avena es un cereal integral con efectos positivos ampliamente documentados. “El consumo regular de avena, dentro de una dieta equilibrada, favorece la saciedad, contribuye al control del peso corporal y regula el tránsito intestinal gracias a su contenido de fibra soluble y betaglucanos”, explica. Estudios clínicos asocian estos compuestos con la reducción del colesterol LDL y una mejor respuesta glicémica postprandial, factores clave en la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles.
A esto se suma el aporte de carbohidratos complejos, minerales como hierro, magnesio y zinc, y compuestos bioactivos exclusivos, como las avenantramidas, con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. “Este perfil nutricional permite que la avena contribuya a disminuir el riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión y ciertos trastornos gastrointestinales”, agrega Rincón, quien además integra el Comité de Nutrición de la Conferencia Internacional de Avena.
Desde la perspectiva productiva, la avena chilena se ha consolidado como un cultivo estratégico en el sur del país. Regiones como Biobío, Ñuble, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos ofrecen condiciones edafoclimáticas óptimas para producir una avena de alta pureza, reconocida por los mercados internacionales por su bajo nivel de contaminantes, su trazabilidad y sus estándares de inocuidad.
En términos de sostenibilidad, el cultivo presenta ventajas competitivas relevantes: requiere menos agua y fertilizantes que otros cereales, se adapta bien a climas templados y cumple un rol clave en la rotación de cultivos, mejorando la estructura y salud del suelo. Además, su aprovechamiento integral en alimentación humana, animal e industrial favorece modelos de economía circular y reduce pérdidas a lo largo de la cadena.
La inversión en investigación aplicada y mejoramiento genético ha permitido desarrollar variedades más resistentes a enfermedades y estrés climático, alineadas con las exigencias de los mercados premium. Este avance explica en parte por qué Chile se posiciona hoy como el segundo mayor exportador mundial de avena, con una presencia creciente en América del Norte, Europa y Asia.
Este liderazgo se verá reforzado en 2026, cuando Chile sea sede de la Conferencia Internacional de Avena (OAT 2026), el principal encuentro global del sector. Más de 500 especialistas —entre genetistas, productores, nutricionistas, molineros y ejecutivos— debatirán sobre innovación, sostenibilidad y oportunidades comerciales. Así, la avena chilena no solo consolida su rol en la nutrición del futuro, sino también como motor de desarrollo para la industria agroalimentaria global.



