Durante décadas, el aceite de oliva virgen ha sido considerado un pilar de la dieta mediterránea y un símbolo de salud y naturalidad. Sin embargo, recientes publicaciones periodísticas han despertado alarma al sugerir que este producto podría estar “lleno de microplásticos”. Para valorar la validez de tales afirmaciones, es esencial revisar con rigor la literatura científica disponible y contextualizar estos hallazgos dentro del marco de los contaminantes emergentes en alimentos.
¿Está el aceite de oliva virgen contaminado con microplásticos?
Hasta la fecha, no existen estudios científicos concluyentes que indiquen que el aceite de oliva virgen contenga niveles significativos o generalizados de microplásticos. La mayoría de las investigaciones sobre microplásticos en la cadena alimentaria se han centrado en productos marinos (como pescados y moluscos), agua potable, sal de mesa y, más recientemente, frutas, verduras y miel. En el caso de los aceites vegetales, la evidencia es todavía escasa y no sistemática.
Un estudio publicado en Environmental Science & Technology (2021) identificó la presencia de microplásticos en algunos aceites comestibles tras someterlos a análisis espectroscópicos, pero no especificó el aceite de oliva virgen como categoría diferenciada ni proporcionó datos concluyentes sobre su concentración relativa. Por tanto, no puede afirmarse que este producto esté “lleno” de microplásticos, como han sugerido algunos titulares.
Controles de calidad y pureza en el aceite de oliva virgen
La industria del aceite de oliva —especialmente en países como España, Italia y Grecia— aplica rigurosos controles de calidad en todas las fases de producción. Estos incluyen:
- Análisis físico-químicos (acidez libre, índice de peróxidos, absorbancia en UV)
- Evaluación sensorial (paneles de cata certificados para determinar atributos positivos y defectos)
- Detección de residuos de plaguicidas mediante técnicas cromatográficas
- Verificación de autenticidad y trazabilidad para evitar fraudes
Estos procedimientos no solo garantizan la calidad organoléptica del producto, sino también su inocuidad frente a contaminantes conocidos.
Contaminantes emergentes: un campo de estudio en evolución
En los últimos años, la comunidad científica ha centrado su atención en los llamados contaminantes emergentes, entre los cuales destacan los microplásticos, nanoplásticos, residuos de fármacos y disruptores endocrinos. Su presencia en alimentos es motivo de creciente preocupación, aunque su evaluación todavía está en una fase incipiente.
Según un informe de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, 2023), los efectos de la ingestión de microplásticos en la salud humana siguen sin estar completamente definidos, y la exposición alimentaria se considera una de varias vías posibles, junto con el aire y el agua potable.
El informe señala que, si bien se han detectado microplásticos en alimentos procesados y envases, aún no hay suficiente evidencia que permita cuantificar de manera sistemática su presencia en aceites vegetales, y mucho menos en aceites de alta gama como el aceite de oliva virgen extra.
Conclusión: precaución sí, alarmismo no
Es legítimo y necesario estudiar con mayor profundidad la posible presencia de microplásticos en alimentos, incluido el aceite de oliva. Sin embargo, a día de hoy, no existen evidencias científicas sólidas que justifiquen afirmaciones alarmistas sobre una supuesta contaminación generalizada del aceite de oliva virgen.
Mientras avanza la investigación sobre contaminantes emergentes, los consumidores pueden seguir confiando en el aceite de oliva virgen como un producto seguro, saludable y sometido a altos estándares de control. La clave está en mantenerse informados a través de fuentes científicas confiables y evitar generalizaciones basadas en estudios preliminares o no revisados por pares.