La investigadora Sara Esther Valdés, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advirtió sobre los peligros que representan las micotoxinas —sustancias tóxicas producidas por hongos— para la salud humana y animal.
Valdés explicó que existen entre 300 y 400 tipos de estas toxinas fúngicas, responsables de entre el 5 % y el 30 % de los casos de cáncer hepático a nivel mundial. Estos compuestos se originan del metabolismo secundario de hongos del reino fungi, principalmente de los géneros Aspergillus, Fusarium y Penicillium.
Las micotoxinas se desarrollan de forma natural en ambientes húmedos y tienen la capacidad de contaminar alimentos, generando metabolitos altamente dañinos. Entre ellas, las aflatoxinas —frecuentemente presentes en cultivos como el maíz y el maní— son las más estudiadas por su potencial cancerígeno a largo plazo.
La especialista subrayó que la contaminación por micotoxinas puede producirse en cualquier etapa de la cadena alimentaria: desde el cultivo hasta la venta del producto final. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 25 % de las cosechas mundiales de granos está afectado por estas toxinas, lo que representa pérdidas millonarias anuales para el sector agrícola.
Si bien existen normativas internacionales que establecen límites máximos permitidos de micotoxinas para proteger a los consumidores, Valdés señaló que estas regulaciones suelen ser acatadas únicamente por las grandes industrias. “Los pequeños productores, en muchos casos, desconocen tanto la existencia de estas normativas como las formas eficaces para controlar la contaminación”, lamentó.
Las intoxicaciones provocadas por micotoxinas pueden provocar efectos severos, entre ellos: cáncer, mutaciones genéticas, alteraciones hormonales, trastornos gastrointestinales, renales, vasculares, del sistema nervioso e incluso inmunosupresión, lo que reduce la capacidad del organismo para enfrentar infecciones.
Para reducir el riesgo de exposición en el hogar, Valdés recomendó medidas sencillas como almacenar los alimentos en recipientes limpios y refrigerarlos, evitar el desperdicio planificando las compras, y mantener una cocina limpia, sin restos de comida que puedan favorecer el crecimiento de hongos.
Finalmente, advirtió que las esporas de los hongos —al igual que las semillas de los cultivos contaminados— pueden permanecer en estado latente y activarse cuando encuentran condiciones favorables, como humedad y calor. “El hongo produce esporas cuando los nutrientes se agotan, y estas son dispersadas por el aire. Una vez que hallan el ambiente adecuado, germinan como lo haría una semilla”, concluyó.