Los hábitos de consumo están cambiando de forma acelerada, y con ellos, el panorama de la industria alimentaria mundial, incluyendo América Latina. Así lo confirma el informe Voice of the Consumer 2025 de PwC, basado en la opinión de más de 21.000 consumidores de 28 países.
La creciente demanda por alimentos saludables, sostenibles y accesibles está ejerciendo presión sobre los modelos tradicionales de producción, comercialización y distribución de alimentos.
En América Latina, región históricamente marcada por la desigualdad y la inseguridad alimentaria, estas nuevas exigencias presentan tanto desafíos como oportunidades. Dos tercios de los consumidores (62%) están preocupados por la presencia de pesticidas o ingredientes ultraprocesados en sus alimentos. Al mismo tiempo, un 66% afirma que compra solo lo necesario, lo cual puede incentivar prácticas de compra responsable y planificación familiar que reduzcan el desperdicio. Para la industria regional, esto implica adaptarse a una demanda más crítica, que exige mayor trazabilidad, limpieza en los ingredientes y producción ética.
Sin embargo, las condiciones económicas dificultan que estas aspiraciones se conviertan en hábitos. Más de la mitad de los encuestados en el estudio global reportan que sus decisiones de compra están afectadas por el alza de precios. En América Latina, donde la inflación y el costo de vida siguen siendo preocupaciones constantes, esto se traduce en consumidores que priorizan el precio sobre la sostenibilidad. El 51% está dispuesto a cambiar de marca en busca de una mejor relación calidad-precio, y muchos adoptan estrategias de ahorro como reutilizar sobras (49%) o buscar promociones (48%).
Este comportamiento dual –aspiracional pero restringido– plantea a la industria alimentaria latinoamericana un doble reto: innovar para ofrecer productos más saludables y sostenibles, sin perder de vista el poder adquisitivo limitado de gran parte de la población.
Además, el informe revela una creciente adopción de tecnología aplicada al bienestar: el 70% de los encuestados ya utiliza aplicaciones o dispositivos como relojes inteligentes para monitorear su salud. En América Latina, donde la penetración de smartphones es alta y la población joven se muestra abierta a soluciones digitales, esta tendencia representa una oportunidad para integrar tecnología alimentaria: desde apps para planificar menús saludables hasta inteligencia artificial generativa para personalizar dietas o hacer compras más eficientes.
También hay espacio para innovar en modelos de distribución. Un 38% de los consumidores globales ya recurre a canales alternativos como suscripciones de comida. En la región, donde los canales tradicionales dominan pero los consumidores buscan mayor comodidad, estas experiencias pueden ser adaptadas para responder a las realidades locales, incluyendo economías colaborativas o delivery basado en ingredientes frescos y de temporada.
Finalmente, el informe proyecta que el ecosistema alimentario global podría generar entre 9,88 y 10,35 billones de dólares para 2035, si logra evolucionar hacia modelos centrados en salud, sostenibilidad y colaboración. En América Latina, esto se traduce en una oportunidad para que la industria deje de ser reactiva y se convierta en protagonista: articulando cadenas de valor más justas, fortaleciendo los sistemas alimentarios locales y respondiendo al consumidor que, a pesar de las barreras económicas, exige una nueva forma de alimentarse y vivir.