En un contexto global marcado por el cambio climático, la escasez de tierras cultivables y la creciente necesidad de garantizar la seguridad alimentaria, la biotecnología agrícola ha dado un paso decisivo con el desarrollo de una nueva variedad de tomate genéticamente editado que puede cultivarse en 85 % menos espacio que las variedades tradicionales.
Este avance representa un hito para la agricultura moderna, particularmente en países como Chile, donde el uso eficiente del territorio agrícola es cada vez más relevante.
Un nuevo paradigma en la producción de tomates
La nueva variedad, desarrollada mediante técnicas de edición genética, permite reducir significativamente el tamaño de la planta sin afectar la calidad ni la cantidad del fruto. Esto ha sido posible gracias a la inactivación de un gen específico que regula el crecimiento de ramas y tallos. El resultado son plantas más compactas que requieren mucho menos espacio para su desarrollo, abriendo la puerta a sistemas de producción innovadores como la agricultura vertical.
Miguel Ángel Sánchez, director ejecutivo de ChileBIO, organización que agrupa a empresas vinculadas a la biotecnología agrícola en el país, explicó que este tipo de innovaciones son fundamentales para enfrentar los retos actuales del sector. “La biotecnología, ya sea a través de organismos genéticamente modificados o mediante edición genética, busca mejorar la productividad agrícola en condiciones cada vez más adversas”, destacó.
Agricultura vertical: más producción en menos espacio
Uno de los grandes logros de esta nueva variedad de tomate es su adaptabilidad a sistemas de cultivo vertical, una técnica que permite producir alimentos en estructuras cerradas y en múltiples niveles, aprovechando al máximo el espacio disponible. Este sistema es especialmente útil en zonas urbanas o en regiones con escasa superficie cultivable.
“El tomate editado puede crecer perfectamente en invernaderos verticales o en condiciones controladas, sin necesidad de grandes extensiones de terreno”, explicó Sánchez. “Se obtienen los mismos volúmenes de producción que con plantas convencionales, pero ocupando una fracción del espacio. Esto podría ser revolucionario para la forma en que producimos alimentos”.
Este tipo de agricultura ya se está aplicando en cultivos como lechugas, hierbas aromáticas y microverdes. La posibilidad de incluir tomates, uno de los alimentos más consumidos a nivel mundial, amplía considerablemente el potencial de la agricultura vertical.
Adaptación y resiliencia ante el cambio climático
La biotecnología también ofrece herramientas cruciales para adaptar los cultivos a los desafíos climáticos y de rentabilidad que enfrenta el sector agrícola. Con variedades mejoradas genéticamente, es posible desarrollar plantas que resistan mejor condiciones extremas como sequías, altas temperaturas o suelos empobrecidos.
Sánchez recalcó que “estas herramientas nos permiten producir más alimentos en diferentes condiciones ambientales, lo que contribuye directamente a la seguridad alimentaria y a la sostenibilidad del sistema agrícola”.
Regulación basada en ciencia
En cuanto a la regulación de estos productos, el director de ChileBIO aseguró que en Chile existe un marco normativo claro y basado en evidencia científica. “Los productos editados genéticamente, como esta variedad de tomate, no contienen ADN de otros organismos. Se trabaja exclusivamente con material genético propio de la planta, replicando procesos que ocurren naturalmente”, señaló.
Gracias a esta característica, los productos resultantes no requieren una regulación especial, lo que permite su introducción más rápida y efectiva en el mercado. Sánchez agregó que “la regulación chilena es predecible, lo que permite a los desarrolladores trabajar con claridad sobre lo que se espera de cada nueva variedad”.
Un paso adelante hacia el futuro alimentario
El desarrollo de esta variedad de tomate compacta y altamente productiva representa una muestra del potencial de la biotecnología agrícola para transformar los sistemas de producción. Con aplicaciones tanto en campos abiertos como en estructuras controladas, este avance ofrece una solución concreta para producir más alimentos con menos recursos, una necesidad urgente en tiempos de crecimiento poblacional y presión ambiental.
En definitiva, iniciativas como esta consolidan a Chile como un país con capacidad para adoptar e impulsar tecnologías agrícolas avanzadas, que no solo mejoran la productividad, sino que también preparan el terreno para una agricultura más resiliente, eficiente y sostenible.