En un contexto regional donde la seguridad alimentaria se vuelve cada vez más crítica, Paraguay ha comenzado a reforzar su compromiso con la inocuidad alimentaria a través de un enfoque integral en los sistemas de control de calidad en la industria de alimentos.
La prioridad: asegurar que cada producto que llega al consumidor cumpla con los más altos estándares de salubridad, desde la producción hasta el consumo final.
El concepto de inocuidad alimentaria no solo abarca la ausencia de contaminantes en los alimentos, sino que implica el cumplimiento de protocolos rigurosos que prevengan riesgos biológicos, químicos y físicos. Para un país como Paraguay, con una economía agroindustrial en crecimiento y una fuerte vocación exportadora, garantizar alimentos inocuos se ha convertido en una cuestión estratégica para fortalecer la confianza tanto del consumidor local como del mercado internacional.
Actualmente, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, junto al Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE) y el Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (SENACSA), lidera iniciativas de articulación interinstitucional para reforzar el monitoreo, la trazabilidad y la fiscalización de los alimentos procesados y frescos. Estos organismos trabajan de manera conjunta con el Instituto Nacional de Tecnología, Normalización y Metrología (INTN), que provee normas técnicas y sistemas de certificación adaptados a las exigencias de los mercados internacionales.
Uno de los principales desafíos identificados en la industria alimentaria paraguaya es la necesidad de actualizar e integrar sistemas de control que abarquen toda la cadena de valor, especialmente en las etapas de procesamiento y distribución, donde los riesgos de contaminación cruzada o deterioro son más elevados. En respuesta, varias empresas han comenzado a adoptar sistemas de gestión basados en estándares internacionales como HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control), ISO 22000 y BPM (Buenas Prácticas de Manufactura), que permiten prevenir fallas y elevar la eficiencia en los procesos.
En el sector cárnico —uno de los más relevantes para el país en términos de exportación— los controles de calidad son especialmente rigurosos. SENACSA ha implementado un sistema de certificación sanitaria que incluye inspecciones en frigoríficos, controles veterinarios y seguimiento post-exportación para cumplir con los requisitos de países como la Unión Europea, Chile, Taiwán o Brasil. El cumplimiento estricto de estas normativas no solo abre puertas a nuevos mercados, sino que eleva el estándar general del sistema alimentario paraguayo.
Pero la inocuidad no solo se trata de cumplir con lo mínimo exigido. Muchas empresas locales están comenzando a ver la seguridad alimentaria como una inversión a largo plazo, que genera valor de marca, mejora la competitividad y fortalece la reputación ante consumidores cada vez más informados y exigentes. En ese sentido, el desarrollo de capacidades humanas también resulta fundamental. Las universidades, centros tecnológicos y organismos internacionales como la FAO y la OPS vienen colaborando en programas de formación para técnicos, inspectores y operarios de plantas de alimentos.
Paraguay enfrenta un momento clave para consolidar su industria alimentaria bajo un paradigma de calidad y sostenibilidad. En un escenario global donde los alimentos inseguros causan 600 millones de enfermedades cada año, según la OMS, asegurar la inocuidad alimentaria no es una opción, sino una obligación ética y económica. Apostar por una industria con altos estándares de control es apostar por la salud pública, la confianza del consumidor y la proyección internacional del país.