La industria láctea argentina enfrenta una nueva crisis estructural tras la quiebra de Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), la empresa que producía los tradicionales yogures y postres SanCor, además de marcas reconocidas como Shimy, Sancorito, Sublime, Vida, Yogs y Primeros Sabores.
La resolución, dictada por el juez Federico Güerri del Juzgado Comercial N.º 29, marca la disolución definitiva de la compañía y deja sin empleo directo a más de 400 trabajadores entre sus plantas de Buenos Aires y Córdoba.
ARSA, que había sido gestionada hasta 2023 por el Grupo Vicentin, pasó posteriormente a manos de los empresarios venezolanos Manuel y Alfredo Fernández, vinculados a La Suipachense a través de Maralac S.A.. Sin embargo, la firma no logró revertir su deterioro financiero, acumulando deudas significativas con proveedores, entidades bancarias y el sistema previsional.
Un concurso que no logró revertir la crisis
En abril de 2024, ARSA se presentó a concurso preventivo con el objetivo de evitar la quiebra, alegando dificultades derivadas de la inflación, la caída del consumo y los altos costos de materias primas, principalmente leche fluida, estabilizantes y envases de polietileno de alta densidad. A pesar de que el proceso atrajo el interés de potenciales inversores como Havanna, Inverlat, Werthein y CarVal, ninguna de las propuestas avanzó hacia un salvataje efectivo.
La red de distribución de la compañía —compuesta por 165 distribuidores que abastecían a más de 70.000 puntos de venta semanales— también quedó paralizada. Este entramado logístico, uno de los más amplios del sector lácteo, representaba un valor estratégico para la marca, que había logrado posicionarse en categorías de alta rotación dentro del mercado de yogures y postres refrigerados.
Factores estructurales y errores de gestión
Según analistas del sector, la quiebra de ARSA no puede atribuirse únicamente al contexto macroeconómico. La empresa enfrentó problemas de liquidez, sobreendeudamiento y falta de inversión en tecnología, especialmente en procesos de pasteurización continua, fermentación controlada y empaque automatizado, áreas en las que competidores locales habían avanzado significativamente.
Además, la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (Atilra) denunció reiterados incumplimientos laborales, salarios atrasados, pagos parciales y tres años sin aportes a la obra social, lo que profundizó el conflicto sindical.
El consumo interno de productos lácteos también muestra un panorama desafiante. Según datos del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), el consumo per cápita de yogur cayó más de 15% entre 2022 y 2024, mientras que los costos industriales crecieron por encima del 180% anual, afectando la rentabilidad del segmento.
Consecuencias y perspectivas
Con la liquidación judicial ya confirmada, el futuro de los trabajadores y de la marca SanCor en el segmento de refrigerados permanece incierto. Las plantas, equipadas con tecnología para procesar más de 120.000 litros diarios de leche, se encuentran paralizadas desde mediados de 2024.
Expertos advierten que la salida de ARSA del mercado dejará un vacío significativo en la oferta nacional de postres y yogures industriales, estimada en 10% del volumen total del mercado argentino, generando oportunidades de expansión para competidores locales y multinacionales.
La quiebra de ARSA expone así una combinación de problemas estructurales, falta de inversión e inestabilidad macroeconómica, factores que continúan afectando la competitividad de la industria láctea argentina en un escenario de alta inflación y consumo retraído.



