Un reciente estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences encendió las alarmas al revelar que el agua embotellada puede contener hasta 240 mil fragmentos de plástico por litro, en su mayoría nanoplásticos, partículas tan pequeñas que pueden ingresar al cuerpo humano sin ser detectadas.
Estos hallazgos reavivan el debate sobre la inocuidad del agua que consumimos y colocan en el centro de la discusión la necesidad urgente de reforzar la vigilancia sanitaria en América Latina.
¿Qué reveló el estudio?
El análisis encontró que el 90% de las partículas presentes en el agua embotellada son nanoplásticos, es decir, fragmentos de menos de 1 micrómetro de tamaño. Estas diminutas partículas no solo provienen del proceso de embotellado, sino del propio envase plástico, que se degrada con el tiempo, sobre todo si es expuesto al calor o almacenado durante largos periodos. Una vez dentro del organismo, los nanoplásticos podrían infiltrarse en órganos vitales y acumularse en tejidos, lo que plantea un riesgo potencial aún no completamente dimensionado por la ciencia. Aunque no hay estudios concluyentes que confirmen efectos adversos directos en la salud humana, los investigadores alertan sobre la necesidad de tomar precauciones antes de que los daños sean evidentes.
¿Qué dicen los organismos internacionales?
Frente a estos hallazgos, la postura de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha sido cautelosa. Ambos coinciden en que la evidencia científica actual no permite establecer una relación directa entre el consumo de micro o nanoplásticos y efectos negativos para la salud humana. La FDA, además, sostiene que los materiales plásticos usados para envasar alimentos y bebidas, incluido el agua embotellada, son seguros y cumplen con todas las normativas. No obstante, continúan monitoreando los estudios emergentes para evaluar si es necesario ajustar sus lineamientos.
¿Qué implicaciones tiene para América Latina?
En países de América Latina, donde el consumo de agua embotellada es alto debido a problemas persistentes de acceso a agua potable, la seguridad alimentaria e inocuidad del agua se vuelve una prioridad estratégica. Gobiernos, industrias y consumidores enfrentan el reto de garantizar que el agua que se comercializa como segura, realmente lo sea. En México, por ejemplo, la Asociación Mexicana de Bebidas ha reafirmado su compromiso con la calidad y ha manifestado que cumple con todas las regulaciones locales e internacionales. Además, colabora activamente con autoridades y centros de investigación para mejorar los sistemas de reciclaje y monitoreo del agua embotellada.
Del mismo modo, en otros países latinoamericanos como Colombia, Perú, Chile y Argentina, se están fortaleciendo los marcos regulatorios en torno al envasado de bebidas. Aun así, los expertos coinciden en que se requiere una respuesta regional coordinada, con mayor inversión en investigación y una legislación más estricta sobre los materiales de contacto con alimentos.
¿Es posible filtrar los nanoplásticos del agua?
Eliminar completamente estas partículas del agua aún es un desafío. Algunos sistemas de filtración como la ósmosis inversa o el carbón activado pueden reducir parte de los microplásticos, pero la mayoría de los filtros convencionales no son efectivos contra los nanoplásticos. Una alternativa sugerida por especialistas es almacenar el agua en envases de vidrio, acero inoxidable o aluminio, ya que estos materiales no se degradan ni liberan compuestos contaminantes. Asimismo, es recomendable no exponer las botellas plásticas al sol o al calor, y evitar reutilizarlas múltiples veces.
¿Qué acciones tomar?
Este nuevo estudio pone en evidencia una desconexión entre el ritmo de los descubrimientos científicos y las decisiones de los organismos reguladores. Mientras la ciencia avanza y revela riesgos potenciales, los marcos regulatorios muchas veces tardan en adaptarse. América Latina debe actuar con visión preventiva, fortaleciendo los sistemas de control y promoviendo políticas que reduzcan el uso de plásticos de un solo uso en la industria alimentaria. Apostar por transparencia, vigilancia sanitaria y educación del consumidor es clave para proteger la salud pública y construir una cultura de consumo más segura y consciente.
Uno de los países que más se destaca en América Latina en cuanto a la vigilancia y control de la inocuidad alimentaria es Chile, gracias a su robusto sistema de regulación y monitoreo liderado por la Agencia Chilena para la Inocuidad y Calidad Alimentaria (ACHIPIA). Esta institución ha sido pionera en integrar la ciencia, la tecnología y la gestión del riesgo para asegurar la calidad de los alimentos en el país.
Chile cuenta con programas de muestreo y análisis que permiten detectar contaminantes emergentes, incluidos micro y nanoplásticos, además de colaborar activamente con organismos internacionales como la FAO y la OMS. Esta estructura ha convertido al país en un referente regional en materia de inocuidad, exportando no solo productos, sino también buenas prácticas regulatorias que están siendo observadas e incluso replicadas por otras naciones latinoamericanas.