En medio de una creciente conciencia sobre la alimentación saludable, Colombia enfrenta un reto persistente, el elevado consumo de azúcar en productos de uso cotidiano.
Aunque se han implementado campañas de concientización y regulaciones como el etiquetado frontal, los hábitos alimenticios y la amplia disponibilidad de productos ultraprocesados con azúcares añadidos mantienen al país por encima del promedio global en consumo per cápita de este ingrediente.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Colombia registra un consumo promedio de 32.8 kilogramos de azúcar por persona al año, superando el estándar mundial de 24 kg. Esta situación ha generado alarma en los sectores de salud pública, debido a los efectos acumulativos del exceso de azúcar en la salud metabólica y cardiovascular de la población.
Uno de los factores determinantes en este panorama es el fácil acceso a productos azucarados altamente procesados, que forman parte de la dieta diaria de millones de colombianos. De acuerdo con un análisis del especialista Anyelo Marcelo Lozano Hernández, director regional de Desarrollo de Mercados, las siguientes categorías concentran la mayor parte del consumo de azúcar en el país:
- Galletas
Presentes en loncheras escolares y refrigerios diarios, las galletas son un producto común en casi todos los hogares. Su sabor, conveniencia y precio accesible las hacen atractivas, pero muchas de ellas contienen azúcares añadidos y grasas trans, lo que las convierte en una fuente importante de calorías vacías. - Gaseosas
Con un consumo promedio de 65.3 litros por persona al año, las bebidas gaseosas ocupan un lugar central en la dieta colombiana. Su alto contenido de azúcar, que en algunos casos puede superar los 30 gramos por porción, las ha convertido en un foco de atención para políticas de salud pública. - Pan industrializado
Aunque no siempre se percibe como un alimento dulce, el pan industrializado contiene cantidades considerables de azúcar, que se utiliza para mejorar el sabor, la textura y la vida útil del producto. Consumido con frecuencia, este pan se suma al exceso de azúcar de forma inadvertida. - Snacks y productos empaquetados
Chocolatinas, barras de cereal, gomitas, papas fritas con aditivos dulces y otros snacks son productos populares, especialmente entre niños y adolescentes. Su consumo habitual contribuye significativamente a la ingesta diaria de azúcares simples y de difícil metabolización. - Bebidas a base de frutas y leche azucaradas
Los jugos empacados, batidos comerciales y malteadas lácteas suelen percibirse como opciones saludables, sin embargo, muchos contienen niveles de azúcar comparables o superiores a los de las gaseosas, lo que refuerza su papel en este problema nutricional. - Productos de panadería dulce, para untar y confitería
Los pasteles, tortas, panes de dulce, mermeladas, cajetas, cremas de chocolate y golosinas están profundamente arraigados en la cultura gastronómica colombiana. Estos productos, además de ser altamente calóricos, ofrecen poco o ningún valor nutricional.
La respuesta está en la combinación de tradición, producción e industria. Colombia es un país con una fuerte herencia cultural del azúcar, y también uno de los principales productores a nivel regional. Según Asocaña, el país produce alrededor de 1.7 millones de toneladas de azúcar al año y exporta más de 700 mil toneladas. Esta sobreoferta facilita el acceso a productos endulzados, incluso en zonas rurales.
El estilo de vida acelerado y la preferencia por alimentos listos para consumir también influyen en las decisiones diarias al momento de elegir qué comer o beber. Estas prácticas alimenticias están estrechamente relacionadas con un aumento en problemas de salud como el sobrepeso, la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares.
Según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN), más del 56% de los adultos colombianos tienen exceso de peso y uno de cada cinco sufre de obesidad. Estos indicadores reflejan un deterioro progresivo del estado nutricional de la población, con consecuencias a largo plazo que incluyen alta carga para el sistema de salud y reducción en la calidad de vida.
¿Qué se está haciendo y qué falta por hacer?
Colombia ha implementado algunas medidas clave, como el impuesto a las bebidas azucaradas, campañas educativas y el etiquetado frontal de advertencia. Sin embargo, los resultados aún son limitados. La industria alimentaria continúa promoviendo productos ultraprocesados, y muchos consumidores no están plenamente informados sobre la cantidad de azúcar que contienen los alimentos que compran.
Para revertir esta tendencia, se requiere una estrategia integral que incluya educación nutricional desde la infancia, regulación más estricta de la publicidad dirigida a menores y un mayor acceso a alimentos frescos y saludables.
En definitiva, reconocer y reducir el consumo de los productos más azucarados es clave para mejorar la salud pública en Colombia y construir una cultura alimentaria más consciente y sostenible.