La provincia de Mendoza atraviesa una transformación productiva inesperada pero estratégica: el crecimiento vertiginoso del sector papero, que ya exporta más que el tradicional mosto, está obligando a replantear la matriz agrícola provincial.
Este auge —respaldado por inversiones extranjeras de alto impacto y por las condiciones agroclimáticas excepcionales del Valle de Uco— posiciona a la papa industrial como uno de los nuevos motores económicos del oeste argentino.
Mario Bustos Carra, presidente de la Cámara de Comercio Exterior de Cuyo, destaca que el fenómeno “sorprende por su velocidad, aunque era previsible para quienes siguen el desarrollo del sector”. La llegada de una empresa internacional que tomó a gran escala la producción local fue el detonante que consolidó una oportunidad latente: suelos profundos, disponibilidad hídrica controlada y un clima templado que permiten alcanzar parámetros de calidad competitivos a nivel global.
La papa industrial toma el protagonismo exportador
Mendoza produce dos grandes tipos de papa: la destinada a consumo fresco y la orientada a la industria. Ambas se adaptan bien al ecosistema mendocino, pero las estadísticas muestran que la superficie implantada con variedades industriales crece más rápido. Este segmento —fundamental para la elaboración de papas fritas congeladas y otros procesados de alto consumo global— es hoy el que lidera las exportaciones.
La demanda internacional por papa industrializada se explica por un mercado en expansión continua: el consumo per cápita de papas fritas se ha multiplicado en los últimos 20 años en Estados Unidos, Europa y buena parte de América Latina. Para Mendoza, capturar una porción creciente de este mercado significa aumentar valor agregado, empleo rural calificado y nuevas oportunidades logísticas.
Un cambio de paradigma productivo
El reciente éxito de cultivos como la papa y el ajo obliga a repensar la estrategia provincial. Frente a los impactos severos del granizo sobre la vid, la oliva, la ciruela o el durazno, la papa surge como un cultivo más resistente en campo y con menor exposición al riesgo climático directo. Aunque ningún cultivo está totalmente exento de daños, la estabilidad productiva de la papa la convierte en una alternativa atractiva para productores que buscan diversificar portafolios.
A ello se suma una constatación contundente: solo el 4% de la superficie total de Mendoza está actualmente cultivada. Expertos coinciden en que expandir el área agrícola y orientar parte de ella hacia cultivos de alta demanda y relativa estabilidad climática tendría un efecto multiplicador sobre la economía provincial. Mayor superficie implica más empleo, más servicios asociados, más transporte, más industrialización y un “derrame” económico considerable en las cadenas vinculadas.
Nuevos mercados y proyección internacional
El mercado brasileño, históricamente importante, ya no es el único destino. Hoy, la papa mendocina está siendo exportada también a Paraguay, Colombia y Estados Unidos, al tiempo que se llevan adelante gestiones para ingresar al mercado chino, uno de los compradores más relevantes del mundo. Este crecimiento incluye no solo papa industrial sino también papa fresca para consumo inmediato, lo que diversifica aún más la oferta exportable.
Si bien el cultivo de papa ha estado tradicionalmente asociado a otras regiones argentinas —con Balcarce como referencia histórica—, Mendoza ha demostrado poseer ventajas competitivas que ahora salen a la luz con claridad. La calidad lograda en el Valle de Uco y otras zonas productivas impulsa un reposicionamiento que podría convertir a la “papa mendocina” en una marca con proyección internacional, tanto o más reconocida que sus competidoras tradicionales.
Con inversiones crecientes, una demanda global sostenida y una matriz agrícola en proceso de reinvención, Mendoza se prepara para consolidarse como un polo estratégico de producción y exportación de papa industrial y fresca en la región.



