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ADN mitocondrial, de vestigio bacteriano a guardián del control alimentario

Chile Bioseguridad

La utilidad de este conocimiento quedó demostrada recientemente en Chile, cuando la Asociación de Pescadores Industriales del Biobío denunció que millones de latas de pescado importado desde China y vendidas como jurel (Trachurus murphyi) podrían estar mal etiquetadas.

A mediados del siglo XX, la bióloga Lynn Margulis cambió para siempre nuestra comprensión de la célula al proponer la teoría endosimbiótica. Su hipótesis sugería que las mitocondrias —hoy conocidas como las “centrales energéticas” de los organismos eucariotas— eran en realidad bacterias que, en un remoto pasado, fueron incorporadas por otra célula más grande. En lugar de ser destruidas, se estableció una relación simbiótica: la bacteria ofrecía energía y la célula huésped protección. Con el tiempo, esa alianza se volvió inseparable.

El hallazgo de que las mitocondrias poseen su propio ADN fue una de las piezas clave para respaldar dicha teoría. A diferencia del ADN nuclear, el genoma mitocondrial presenta similitudes con el de bacterias, lo que constituyó una prueba evolutiva irrefutable. Décadas más tarde, la secuenciación completa de este genoma reveló que contiene 37 genes, entre ellos los que codifican proteínas respiratorias, ARN de transferencia y ARN ribosomales. Un rasgo fundamental es su rápida tasa de evolución, lo que permite identificar variaciones incluso entre poblaciones estrechamente relacionadas. Esta característica convirtió al ADN mitocondrial en una herramienta esencial para la tipificación molecular de especies.

La utilidad de este conocimiento quedó demostrada recientemente en Chile, cuando la Asociación de Pescadores Industriales del Biobío denunció que millones de latas de pescado importado desde China y vendidas como jurel (Trachurus murphyi) podrían estar mal etiquetadas. La sospecha se sustentaba en precios inusualmente bajos y en la ausencia de reportes oficiales de captura de jurel en ese país. Los análisis preliminares sugirieron que las muestras no correspondían a jurel, lo que llevó a la SEREMI de Salud a solicitar un peritaje de precisión al Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile.

En el laboratorio de genómica del INTA, los especialistas extrajeron el ADN de las conservas, amplificaron genes mitocondriales mediante PCR y los compararon con secuencias almacenadas en bases de datos internacionales. El resultado fue concluyente: los enlatados no contenían jurel, sino especies del género Scomber, es decir, caballa. En paralelo, se corroboró que el pescado capturado en aguas chilenas sí correspondía al verdadero jurel.

Aunque en términos nutricionales la caballa y el jurel son muy similares, el caso evidencia un problema mayor: el fraude alimentario y el error en el etiquetado. Este fenómeno, en aumento a nivel mundial, genera riesgos sanitarios, pérdidas económicas y desconfianza en los consumidores. En productos frescos es más sencillo diferenciar las especies, pero una vez procesados o enlatados, la identificación visual resulta prácticamente imposible. De allí la importancia de recurrir a la tipificación molecular.

Los impactos del mal rotulado pueden ir más allá del pescado. Una hamburguesa declarada como “100 % vacuno” podría contener otras carnes; un alimento señalado como “vegano” podría incluir ingredientes de origen animal; e incluso la contaminación con alérgenos no declarados puede poner en peligro la vida de personas sensibles, como en los casos de celiaquía o alergias severas a mariscos.

Este episodio demuestra el valor de la ciencia aplicada al control de calidad. Los laboratorios chilenos no solo colaboran en la fiscalización alimentaria, también aportan en el diagnóstico de enfermedades genéticas, en el control de microorganismos patógenos y en la investigación de la nutrición poblacional.

El ADN mitocondrial, que alguna vez fue una huella de la antigua simbiosis bacteriana, hoy se erige como un aliado estratégico para garantizar la transparencia y seguridad en la cadena alimentaria, protegiendo al consumidor y fortaleciendo la confianza en lo que llega a nuestra mesa.

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