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Vínculos afectivos influyen en circuitos cerebrales y peso corporal

Internacional Control Calidad

La investigación científica sobre los determinantes de la obesidad ha comenzado a ampliar su mirada más allá de la dieta, la genética y la actividad física. En los últimos años, el rol de los factores psicosociales ha cobrado importancia, y un estudio reciente de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA Health) aporta evidencia novedosa:

La calidad del vínculo emocional en pareja podría ejercer un impacto medible sobre el control del peso, a través de mecanismos neurobiológicos y metabólicos que conectan el cerebro y el intestino.

inrLos hallazgos, publicados en la revista Gut Microbes, refuerzan un área de investigación emergente clave para la industria de la salud y el bienestar: la integración entre neurociencia, microbioma intestinal y comportamiento alimentario. Para un sector que desarrolla soluciones en nutrición funcional, salud mental y manejo del peso, este tipo de evidencia abre oportunidades para productos y programas que consideren el bienestar relacional como un componente relevante.

Relaciones estables y regulación del apetito

El equipo liderado por la neurocientífica Arpana Church evaluó a casi 100 adultos del área de Los Ángeles. Los participantes aportaron datos de estado civil, hábitos alimenticios, índice de masa corporal (IMC), edad, sexo y nivel socioeconómico. También se sometieron a resonancias magnéticas funcionales, análisis de sangre y heces, y cuestionarios sobre percepción de apoyo emocional.

Los datos revelaron una tendencia clara: quienes estaban casados y declaraban altos niveles de apoyo emocional mostraban un IMC más bajo, junto con menos indicadores de comportamiento alimentario adictivo. Las imágenes de resonancia indicaron una mayor activación de la corteza prefrontal dorsolateral —región crítica en el autocontrol y la regulación de los antojos— cuando observaban alimentos atractivos. Esta activación superior sugiere que las relaciones afectivas estables podrían fortalecer circuitos ligados al control inhibitorio.

Church explica que “el matrimonio puede funcionar como un campo de entrenamiento para la autorregulación”. Según la investigadora, sostener una relación a largo plazo implica gestionar impulsos inmediatos para priorizar objetivos compartidos, lo que podría trasladarse a una mayor capacidad de moderar la ingesta alimentaria.

Microbioma, metabolitos y la hormona social

La conexión entre soporte emocional y salud metabólica también se manifestó en el intestino. Los participantes con mayor respaldo afectivo exhibieron perfiles favorables de metabolitos derivados del triptófano, compuestos producidos por bacterias intestinales involucrados en la regulación de inflamación, respuesta inmune y producción de serotonina. Para la industria de probióticos, prebióticos y alimentos funcionales, este hallazgo se alinea con la creciente evidencia sobre el vínculo entre microbiota y salud emocional.

Otro punto relevante para el análisis científico fue la oxitocina, la conocida “hormona del vínculo”. El estudio encontró niveles más altos de oxitocina en personas casadas con fuerte apoyo emocional respecto a los solteros. Church describe su rol como un “director” que sincroniza los sistemas cerebral e intestinal: potencia la capacidad del cerebro para controlar antojos y, al mismo tiempo, favorece procesos metabólicos asociados con un peso equilibrado.

Limitaciones y oportunidades para investigación futura

El diseño transversal del estudio no permite establecer causalidad directa entre apoyo emocional y obesidad. Además, la muestra estuvo compuesta mayoritariamente por adultos con sobrepeso u obesidad y mostró diferencias de edad entre solteros y casados. Los autores enfatizan la necesidad de investigaciones longitudinales con poblaciones más diversas y seguimiento prolongado.

Aun así, los resultados agregan una capa estratégica al entendimiento de la obesidad. La UCLA Health plantea que integrar variables socioemocionales a las intervenciones nutricionales y de actividad física podría mejorar los programas de prevención.

Como concluye Church: “Las conexiones sociales no son únicamente beneficios psicológicos; están biológicamente integradas en nuestra fisiología. Construir vínculos duraderos y positivos podría convertirse en un componente complementario para promover la salud integral”.

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