Hace apenas dos décadas, la biotecnología de alimentos en Chile era un campo incipiente, limitado principalmente a la investigación académica y sin una estrategia nacional clara que la impulsara.
Hoy, sin embargo, el país cuenta con un ecosistema en formación, compuesto por universidades, startups y centros tecnológicos que han comenzado a desarrollar soluciones innovadoras para los desafíos de la producción y seguridad alimentaria. Aun así, esta área de alto potencial sigue enfrentando obstáculos estructurales que impiden su consolidación como motor de desarrollo sostenible.
Avances y capacidades instaladas
Chile ha demostrado capacidad para generar desarrollos biotecnológicos en alimentos que responden tanto a problemáticas locales como a tendencias globales. Desde ingredientes funcionales derivados de algas o residuos agroindustriales, hasta cultivos mejorados mediante técnicas de edición genética o fermentación de precisión, los avances están presentes y son relevantes. Proyectos como harinas fortificadas, proteínas alternativas o probióticos autóctonos reflejan el talento existente y la capacidad de innovación del país.
Las universidades públicas y privadas han formado profesionales altamente especializados, mientras que instituciones como CeTA Alimentos y FIA han apoyado la validación técnica de productos alimentarios con componentes biotecnológicos. Asimismo, regiones como La Araucanía, Biobío y la zona norte han comenzado a articular iniciativas en torno a ingredientes ancestrales, residuos revalorizables y microorganismos autóctonos, lo que abre posibilidades reales de diversificación productiva con valor agregado.
Barreras persistentes
A pesar de estos avances, la biotecnología de alimentos en Chile continúa sin una política pública clara que la posicione como un sector estratégico. El mayor desafío sigue siendo el "valle de la muerte" de la innovación: muchos desarrollos no logran llegar al mercado por falta de inversión en etapas de escalamiento, certificación y acceso a canales de comercialización. Además, la escasa articulación entre el mundo académico, el sector productivo y el aparato regulador genera duplicidad de esfuerzos y frena la adopción de nuevas tecnologías.
A esto se suma un marco normativo que no siempre está actualizado respecto a los avances científicos globales. Las regulaciones sobre alimentos funcionales, nuevos ingredientes o tecnologías como la fermentación celular avanzan más lento que la innovación, lo que dificulta la entrada de productos nacionales a mercados internacionales con exigencias claras.
Por otro lado, la baja cultura científica de la población y el desconocimiento sobre el rol de la biotecnología en la alimentación hacen que persista cierta desconfianza hacia sus aplicaciones. Esta percepción limita el apoyo social y político necesario para acelerar el desarrollo del sector.
Oportunidad para un cambio estructural
Chile enfrenta desafíos urgentes en materia de seguridad alimentaria, cambio climático, pérdida de biodiversidad y presión sobre los recursos hídricos. La biotecnología alimentaria ofrece soluciones concretas: desde sistemas de producción más eficientes y sostenibles, hasta alimentos que mejoran la salud humana o prolongan la vida útil sin recurrir a aditivos sintéticos.
El país cuenta con ventajas comparativas importantes: biodiversidad única, disponibilidad de materias primas no explotadas, capacidad científica instalada y una red de centros tecnológicos en expansión. Sin embargo, estas fortalezas no han sido integradas en una visión país que apueste por un modelo agroalimentario de base tecnológica, con proyección internacional y sostenibilidad real.
Decisión y visión de futuro
Chile tiene la oportunidad de convertirse en un referente regional en biotecnología de alimentos, pero para ello se requiere decisión política, inversión estratégica y una mejor conexión entre ciencia y mercado. Es necesario desarrollar una agenda nacional que incluya incentivos a la inversión privada, actualización normativa, formación técnica especializada y campañas de comunicación pública que valoricen el rol de la ciencia en la alimentación.
La transformación del sistema alimentario chileno hacia uno más innovador, saludable y sostenible pasa necesariamente por una apuesta decidida por la biotecnología. El talento y el conocimiento ya existen. Lo que falta es voluntad para convertir ese potencial en una estrategia de desarrollo concreta.