En los últimos años, los consumidores de América Latina —y particularmente en Perú— han comenzado a prestar más atención a lo que contienen los productos que consumen a diario.
Entre los ingredientes que están generando creciente preocupación se encuentra la tartrazina (INS 102), un colorante artificial de tono amarillo ampliamente utilizado en la industria alimentaria, farmacéutica y cosmética.
El Ministerio de Salud del Perú (Minsa), a través de la Dirección General de Salud Ambiental e Inocuidad Alimentaria (Digesa), ha emitido recientemente una alerta sobre el uso de la tartrazina, advirtiendo sobre los posibles efectos adversos que este aditivo puede tener, especialmente en la población infantil.
¿Qué es la tartrazina y por qué se usa?
La tartrazina es un colorante sintético derivado del petróleo, diseñado para conferir un color amarillo brillante a alimentos, bebidas y medicamentos. Su bajo costo y alto rendimiento lo han convertido en un ingrediente favorito para la industria, permitiendo que los productos luzcan más atractivos al consumidor. Desde caramelos hasta medicamentos pediátricos, su presencia es más común de lo que se piensa.
Riesgos para la salud: lo que dice la ciencia
Aunque su uso está autorizado por organismos internacionales como la FAO y la OMS, múltiples estudios han planteado dudas sobre su inocuidad. En especial, se han reportado casos de reacciones alérgicas, asma, urticaria y síntomas gastrointestinales en personas sensibles a este aditivo. Además, diversos estudios han vinculado la tartrazina con problemas de comportamiento, como la hiperactividad y la dificultad de concentración en niños, un tema que ha llevado a su prohibición parcial o etiquetado obligatorio en algunos países europeos.
En Perú y otros países latinoamericanos, el uso de tartrazina sigue siendo legal, aunque regulado. Sin embargo, el principal desafío es el exceso de productos procesados que la contienen, lo cual puede llevar a una acumulación inadvertida de dosis en el organismo.
¿Dónde se encuentra la tartrazina?
La tartrazina se encuentra en una amplia gama de productos industrializados de consumo masivo. Estos son algunos ejemplos donde los consumidores latinoamericanos, especialmente los peruanos, podrían estar expuestos:
- Bebidas: Gaseosas, jugos artificiales, refrescos en polvo y bebidas energizantes.
- Golosinas y snacks: Caramelos, chicles, papas saborizadas, galletas con relleno y cereales azucarados.
- Postres y productos de repostería: Gelatinas, flanes, coberturas, bizcochos y pasteles.
- Condimentos y salsas: Mostazas, aderezos para ensaladas, sazonadores y caldos en cubo.
- Productos de panadería industrial: Panes empaquetados, panes dulces y bollería.
- Fármacos y vitaminas: Algunos jarabes pediátricos, vitaminas masticables, tabletas efervescentes y cápsulas recubiertas.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
Ante esta situación, el Minsa recomienda a los consumidores adoptar una actitud más informada y preventiva:
- Leer las etiquetas: Identificar la presencia de tartrazina en los ingredientes bajo su nombre o código INS 102.
- Evitar productos ultraprocesados: Siempre que sea posible, optar por alimentos frescos, naturales o con etiquetas limpias.
- Preferir colorantes naturales: Existen alternativas naturales como la cúrcuma, el achiote, la clorofila o el betabel, cada vez más utilizadas por marcas responsables.
- Estar atentos a la sensibilidad individual: Las personas que presentan síntomas como urticaria, picazón o molestias respiratorias tras el consumo de ciertos alimentos deben consultar con un profesional de la salud.
Consumo en Latinoamérica: un desafío para la salud pública
En países como México, Brasil, Colombia y Perú, donde el consumo de productos industrializados ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, la exposición diaria a aditivos como la tartrazina se ha vuelto un problema de salud pública. Las campañas de educación alimentaria todavía son limitadas, y muchos consumidores desconocen que están expuestos a este tipo de compuestos en múltiples productos a lo largo del día.
En Perú, si bien el límite de seguridad establecido por las autoridades es de 7.5 miligramos de tartrazina por kilo de peso corporal al día, no existe un control efectivo sobre la acumulación combinada de este aditivo a través de diferentes productos.
La tartrazina continúa siendo un aditivo legal pero controvertido en el mundo. Mientras tanto, países como Perú deben avanzar no solo en la regulación, sino también en la educación alimentaria y en la exigencia de etiquetas claras para que los consumidores puedan tomar decisiones conscientes. En una región donde los alimentos ultraprocesados ganan cada vez más terreno, hablar de inocuidad no es solo un tema técnico: es una prioridad de salud pública.