Brasil se posiciona como un actor emergente en la revolución biotecnológica que está transformando la industria alimentaria global.
En un contexto marcado por el cambio climático, la inseguridad alimentaria y el crecimiento poblacional, startups brasileñas están apostando por tecnologías de vanguardia como la fermentación de precisión, la fermentación de biomasa y la producción de proteínas alternativas para hacer frente a los desafíos de sostenibilidad y producción alimentaria.
La fermentación, una técnica milenaria usada en la producción de alimentos como pan, vino y yogur, ha sido reinventada con ayuda de la ingeniería genética y la inteligencia artificial. En Brasil, startups como Future Cow lideran el desarrollo de leche sin vacas, a partir de un proceso de fermentación de precisión que replica las proteínas lácteas —como la caseína y el suero— sin utilizar animales.
El proceso consiste en introducir una secuencia genética del ADN bovino en microorganismos modificados que, al fermentar, producen proteínas molecularmente idénticas a las de la leche tradicional, pero sin lactosa, colesterol ni hormonas. Además, pueden eliminarse alérgenos, lo que hace a estos productos más saludables. “Nuestro objetivo es complementar la cadena láctea existente, no reemplazarla”, explica Leonardo Vieira, CEO de Future Cow. “La idea es ayudar a aumentar la producción de leche entre un 20 % y 30 % con productos híbridos”.
Los beneficios medioambientales también son notables: hasta un 99 % menos de consumo de agua y un 60 % menos de energía en comparación con la producción tradicional. Según Vieira, el potencial de Brasil es inmenso, gracias a su acceso abundante a insumos clave como agua, azúcar y energía renovable.
Otra técnica en expansión en el país es la fermentación de biomasa, basada en el crecimiento controlado de microorganismos como hongos o algas para producir proteínas con alta similitud sensorial con las carnes tradicionales. La startup Typcal ha centrado su investigación en el micelio, una estructura filamentosa de los hongos, que tiene una textura muy similar a la carne de pollo.
“El micelio no tiene sabor residual, lo que facilita su adopción como ingrediente industrial”, afirma Eduardo Sydney, CTO de Typcal. En solo 24 horas, sus biorreactores pueden generar proteína lista para consumo, con una eficiencia hasta 7.000 veces mayor por metro cuadrado que la soja, una ventaja significativa frente a las fuentes vegetales tradicionales. Typcal ya ha lanzado hamburguesas y wraps híbridos con micelio en establecimientos de São Paulo, obteniendo gran aceptación.
A su vez, Mun Alimentos ha popularizado el tempeh —un alimento fermentado a base de soya— en el mercado brasileño desde 2017, adaptando este producto tradicional de Indonesia a los hábitos de consumo locales. Con más de 300 puntos de venta, la empresa demuestra cómo los alimentos fermentados pueden ganar espacio incluso sin grandes inversiones en marketing, mediante propuestas saludables, prácticas y nutritivas.
Este ecosistema innovador ha sido impulsado por programas de apoyo público y privado, como el fondo Antler, la aceleradora Big Idea Ventures, y entidades como FAPESP, Sebrae, Embrapii y CNPEM, que financian el escalamiento de estas tecnologías. Future Cow, por ejemplo, recibió R$ 2,2 millones para avanzar hacia la comercialización a escala industrial para 2027.
Según el Good Food Institute Brasil, el mercado global de productos alternativos obtenidos por fermentación generó más de US$ 4.100 millones entre 2013 y 2023. Solo en fermentación de precisión, hay ya 73 startups activas a nivel mundial, con 9 en Brasil, que podrían multiplicarse en la próxima década.
La legislación también comienza a adecuarse: en 2023, la ANVISA publicó una resolución que regula nuevos alimentos obtenidos por fermentación y cultivo celular. Aunque los productos con organismos genéticamente modificados deben cumplir las directrices de bioseguridad de la CTNBio, esta normativa abre la puerta a una nueva era de innovación.
“La biotecnología es el camino hacia la seguridad alimentaria del futuro”, concluye Eamim Daidre Squizani, investigadora del Instituto SENAI de Innovación. “En un mundo que exige eficiencia, sostenibilidad y rapidez, Brasil tiene las condiciones ideales para liderar este cambio”.