La industria de alimentos y bebidas en América Latina atraviesa una etapa de transformación acelerada, marcada por inversiones de gran escala en infraestructura, tecnología y eficiencia operativa. Un ejemplo reciente y relevante es la inauguración de una nueva planta industrial de Lamb Weston en Argentina, un movimiento que no solo incrementa la capacidad productiva regional, sino que redefine la competitividad de la cadena de suministro de productos congelados en el Cono Sur.
En octubre de 2025, la compañía —uno de los principales actores globales en productos congelados derivados de la papa— anunció oficialmente la puesta en marcha de su planta en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. El complejo industrial, con una superficie cercana a los 40.000 metros cuadrados, se posiciona entre los mayores proyectos de inversión alimentaria de los últimos años en América Latina, tanto por su escala como por su orientación exportadora.
Desde el punto de vista comercial, la inversión responde a una tendencia clara: el crecimiento sostenido del mercado de alimentos congelados en la región. Estudios de mercado indican que este segmento crece a tasas anuales superiores al promedio de la industria alimentaria, impulsado por la urbanización, la expansión del canal foodservice, el desarrollo de supermercados y la demanda de productos que combinen conveniencia, seguridad alimentaria y estandarización de calidad. En este contexto, la planta fue diseñada para procesar alrededor de 200 millones de libras de papa al año, transformadas en más de 100 presentaciones de productos finales.
Un dato estratégico es que cerca del 80 % de la producción estará destinada a la exportación. La localización en Mar del Plata no es casual: su infraestructura portuaria permite una logística eficiente hacia mercados de América Latina, América del Norte y otros destinos internacionales, reduciendo costos de transporte y tiempos de entrega, factores críticos en productos congelados.
En el plano tecnológico y científico, la instalación incorpora procesos automatizados de última generación, sistemas avanzados de control de calidad y protocolos alineados con estándares internacionales de inocuidad alimentaria. Estas tecnologías permiten una mayor eficiencia energética, un uso más racional del agua y una reducción significativa del desperdicio de materia prima. Desde la ciencia de alimentos, este tipo de procesos contribuye a preservar mejor las características sensoriales y nutricionales del producto, al tiempo que aseguran consistencia lote a lote, una exigencia clave para clientes industriales y cadenas globales de restaurantes.
La sostenibilidad es otro eje central del proyecto. La planta fue concebida bajo criterios de producción responsable, integrando prácticas de economía circular, valorización de subproductos y reducción de la huella ambiental. Esta estrategia responde tanto a regulaciones ambientales más estrictas como a la presión de clientes y consumidores finales, que demandan mayor transparencia y compromiso ambiental en toda la cadena de valor.
El impacto económico local también es significativo. Se estima la generación de unos 250 empleos directos y cerca de 3.000 indirectos, principalmente vinculados al transporte, servicios, mantenimiento y producción agrícola. En paralelo, la empresa trabaja con más de 100 productores locales, fortaleciendo la transferencia de tecnología agrícola, la planificación de cultivos y la trazabilidad desde el campo hasta la planta.
En conjunto, esta inversión refleja por qué América Latina continúa siendo un polo atractivo para la industria alimentaria global: abundancia de materias primas, capacidades industriales en expansión, talento humano calificado y una posición estratégica para abastecer mercados internacionales. Más allá de un caso puntual, el proyecto ilustra cómo la integración entre tecnología, ciencia, sostenibilidad y logística avanzada será determinante para el futuro competitivo del sector de alimentos y bebidas en la región.
