La relación entre alimentación y función cognitiva vuelve a ocupar un lugar central en la discusión científica tras la reciente advertencia de la Dra. Uma Naidoo, psiquiatra nutricional y académica de la Harvard Medical School, reconocida internacionalmente por su trabajo sobre el eje microbiota–cerebro y su impacto en el rendimiento mental.
Su análisis señala que un conjunto de alimentos cotidianos —aparentemente inofensivos— podría deteriorar la memoria, reducir la concentración y acelerar procesos inflamatorios vinculados con trastornos neurológicos.
Azúcares añadidos: el principal disruptor cognitivo
Según Naidoo, el consumo excesivo de azúcares añadidos se encuentra entre las amenazas más importantes para la salud cerebral. Estudios de neuroimagen demuestran que una dieta alta en azúcar reduce la plasticidad sináptica del hipocampo, estructura responsable del aprendizaje y la consolidación de la memoria. Este efecto se observa con particular fuerza en consumidores habituales de bebidas azucaradas, pastelería industrial y cereales ultraprocesados, categorías que representan parte significativa del gasto alimentario en la región.
Datos de la Organización Panamericana de la Salud indican que en Latinoamérica el consumo promedio de azúcar supera los 90 gramos diarios, casi el doble de lo recomendado por la OMS, lo que incrementa la probabilidad de deterioro cognitivo subclínico en la adultez temprana. Para la industria, esto anticipa un crecimiento sostenido de la demanda por alimentos con reducción de azúcar, edulcorantes de nueva generación y perfiles nutricionales optimizados.
Frituras y grasas trans: inflamación que impacta el rendimiento mental
Otro grupo de riesgo lo conforman los alimentos fritos, cuya frecuencia de consumo está asociada a mayores niveles de inflamación sistémica. Estudios longitudinales publicados en The American Journal of Clinical Nutrition muestran que quienes consumen frituras regularmente presentan peores resultados en pruebas de memoria y función ejecutiva, en comparación con quienes las ingieren de manera ocasional.
La presencia histórica de grasas trans en algunos aceites y productos de fritura —aunque hoy fuertemente regulada— continúa siendo un factor de preocupación. Estas grasas alteran la microvasculatura cerebral, reduciendo el flujo sanguíneo y afectando la comunicación neuronal. La búsqueda de aceites con mayor estabilidad térmica y perfiles lipídicos más saludables se ha convertido en un eje de innovación para fabricantes de snacks y cadenas de comida rápida.
Carbohidratos de alto índice glucémico: picos de glucosa y fatiga cognitiva
La especialista también alertó sobre el consumo frecuente de carbohidratos refinados, como pan blanco, arroz pulido y pastas convencionales. Su índice glucémico elevado provoca picos abruptos de glucosa, que desencadenan procesos inflamatorios en el cerebro y están asociados con episodios de fatiga mental, irritabilidad y mayor riesgo de depresión.
La evidencia sugiere que dietas con mayor presencia de granos enteros, fibras prebióticas y proteínas magras ayudan a estabilizar la curva glucémica, favoreciendo un funcionamiento cognitivo sostenido. Para el sector alimentario, esto impulsa la reformulación de líneas integrales, panes multicereal y productos con carbohidratos de liberación lenta.
Alcohol y carnes procesadas: efectos acumulativos sobre la estructura cerebral
El consumo excesivo de alcohol también figura dentro de los factores de riesgo señalados por Harvard Health. La literatura científica coincide en que un alto nivel de ingesta aumenta la probabilidad de demencia alcohólica, deterioro cognitivo progresivo y reducción del volumen cerebral.
Finalmente, los embutidos y carnes procesadas contienen nitratos que alteran la microbiota intestinal y afectan la producción de neurotransmisores asociados al bienestar emocional. Su consumo habitual se vincula con mayor incidencia de depresión y trastornos afectivos.
Para Naidoo, adoptar patrones alimentarios integrales, ricos en vegetales, omega-3 y fibras fermentables no solo fortalece la salud metabólica, sino que constituye una estrategia clave para preservar la salud cerebral a largo plazo.













