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Sistemas agroecológicos como indicadores biológicos de la calidad del suelo

Agricultura Cuba

El Instituto de Ecologí­a y Sistemática, CITMA en Cuba evaluó el impacto de los métodos agroecológicos a través de la variación de la mesofauna del suelo, en una finca con manejo integrado ganadería-agricultura (en Cangrejeras, provincia Artemisa).

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La agroecologí­a más allá de la producción del sistema propone una estrategia para diseñar agroecosistemas que sean productivos, resilientes, estables y sostenibles. Las prácticas agroecológicas influyen notablemente en el desarrollo de comunidades de organismos edáficos altamente diversificadas.

A su vez, la fauna edáfica en especial la mesofauna del suelo está fuertemente involucrada en varios procesos importantes que permiten un suelo funcional, tales como: la fragmentación y la descomposición del material orgánico, el reciclaje y la disponibilidad de los nutrientes, el filtrado del agua y del aire, la degradación de los contaminantes, la formación de la estructura del suelo y la estabilidad del ecosistema y de las redes tróficas relacionadas.

La mesofauna edáfica, desde una especie en particular hasta comunidades y sus procesos biológicos, ha sido propuesta como un indicador de la calidad del suelo. Los grupos de ácaros edáficos tienen diferentes respuestas a los manejos aplicados a este: mientras los oribátidos son más susceptibles a las prácticas de manejo, los astigmados y prostigmados pueden ser muy numerosos en los sistemas agrí­colas y ganaderos, ya que sus poblaciones se ven beneficiadas como resultado de la actividad antrópica.

Se seleccionaron tres sistemas de manejo: Área de pastizal, designada como área control, y con más de 20 años de establecida; área de forraje, sembrada en forma de mosaico, con pequeñas parcelas de cultivos perennes, y sometida a un tratamiento de abono orgánico; y área de policultivos, con un sistema de rotación de cultivos de ciclo corto y aplicación de compost. Los muestreos se efectuaron a los seis y ocho años de haber realizado las transformaciones en las áreas de forraje y cultivo, en ambas estaciones del año. Se tomaron cinco muestras en cada sistema, a una profundidad de 0-10 cm, según un diseño completamente aleatorizado.

Se plantea que existe cierta relación entre los oribátidos y los astigmados, ya que mientras unos aumentan los otros disminuyen; de ahí la importancia del balance para medir el grado de desequilibrio entre las biocenosis edáficas. En las áreas de pastizal y forraje, en ambas estaciones y a los seis y ocho años, esta relación se hizo mayor que uno y dominaron los oribátidos ácaros indicadores de la estabilidad y la fertilidad del suelo. En el área de policultivo, a los seis años de haber ocurrido la transformación y en ambos periodos del año, se observó que la relación se aproximó peligrosamente a uno, debido a que los valores de los astigmados grupo indicador de perturbación del medio edáfico se acercaban a los de los oribátidos.

Los valores de la relación entre el área transformada (área de forraje y policultivo) y la que le dio origen (pastizal), para el total de la mesofauna y para cada uno de los grupos que la componen, proporcionan información sobre la resiliencia del sistema suelo, así como la recuperación de la estructura y la función de las poblaciones de la mesofauna.

Haciendo un análisis de la información aportada por las variables ecológicas de la comunidad de la mesofauna edáfica como indicador de la calidad de los suelos afectados por las prácticas agropecuarias aplicadas en este estudio, se puede considerar que la transformación ocurrida en el área de forraje ha demostrado ser eficiente en la recuperación del medio edáfico, por la mayor cobertura del suelo y el aporte y la calidad de la hojarasca, así como por la contribución de deyecciones y enmiendas orgánicas. Estos elementos incidieron positivamente en el reciclaje de nutrientes, la mejora de las propiedades fí­sicas del suelo. En el caso del área de policultivo, la siembra de cultivos de ciclo corto produjo una cobertura vegetal pobre e inestable. Además, se incrementó la evaporación y hubo mayor desecación, así como alteraciones en las condiciones edáficas. La rotación de cultivos provocó, en alguna medida, las perturbaciones vinculadas a la práctica cultural (la alteración de la estructura del suelo, la sustracción de las raíces y el menor aporte de los residuos vegetales). Sin embargo, el uso de especies introducidas puede conducir a la formación de ecosistemas de reemplazo pobres en biodiversidad, los que llegan a alcanzar nuevos niveles de relativa estabilidad que hacen difícil la restauración de las condiciones y los ecosistemas previamente existentes. Serí­a necesario continuar el monitoreo de estas áreas en el tiempo, con la utilización de los mismos criterios e indicadores.

La investigadora Ana Socarrás concluye que la densidad de colémbolos y psocópteros, así como las relaciones oribátidos/astigmados, oribátidos/prostigmados, astigmados/mesostigmados y área transformada/área de origen constituyen buenos indicadores de la calidad del suelo. De acuerdo con los indicadores evaluados, el manejo realizado en el área de forraje parece ser la práctica agrícola más aceptada para la conservación de la calidad biológica del suelo; en tanto que el área de policultivo aún no ha logrado manifestar una transformación notable que la acerque al estado basal de donde proviene.

Informó Carolina Brescia para FoodNewsLatam.com

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