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Sustancias bioactivas minimizan acción de hongo que ataca cultivos de tomate

Bioseguridad

A partir de pruebas tanto de laboratorio como en campo se observó una disminución en la acción destructiva del hongo Fusarium oxysporum, causante de la marchitez vascular del tomate chonto. En las evaluaciones, las plantas tratadas con fosfitos y silicio en concentraciones específicas minimizaron la severidad hasta en un 42 %. 

La marchitez vascular es una de las enfermedades predominantes y más destructivas en el cultivo del tomate, cuyo control ha dependido mucho del uso de plaguicidas. “Es considerada como una de las plagas más devastadoras, ya que ocasiona pérdidas que pueden alcanzar hasta el 60 % de la producción y el 80 % del rendimiento”, explica la investigadora Magda Gómez, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Este hongo ocasiona amarillamiento en la planta, retraso del crecimiento, pudrición en las raíces, lesiones en el cuello y la base del tallo; está clasificado entre los diez fitopatógenos (agentes que generan enfermedades en las plantas) más importantes, desde el punto de vista científico y económico.

Según la investigadora, los daños que ocasionan los fosfitos, como agentes inductores de resistencia, estimulan la producción de fitoalexinas y de genes relacionados con la defensa: “los fosfitos tienen un papel como potenciador de diferentes procesos metabólicos en las plantas, mediante los cuales se mejora tanto el rendimiento y la calidad como las respuestas a condiciones ambientales”.

Con el silicio ocurre algo similar, ya que este incrementa los niveles de enzimas antioxidantes, la producción de compuestos que evitan el desarrollo de hongos (antifúngicos), y la inducción de genes asociados con defensa, que activan importantes vías de señalización, como aquellas relacionadas con los ácidos salicílico y jasmómico y el etileno.

Una alternativa para los horticultores

El propósito de este trabajo era establecer un método de inoculación efectivo para el modelo tomate, además de evaluar el efecto de los fosfitos y el silicio en la reducción de la severidad ocasionada por el patógeno a nivel in vitro y en planta. Para eso, se obtuvieron 119 aislamientos de cuatro regiones productoras de tomate: Cundinamarca, Boyacá, Antioquia y Caldas.

Durante la investigación –realizada en invernaderos y en los laboratorios de Microbiología Agrícola del Centro de Investigación Tibaitatá, de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia)– se evaluaron algunos cultivares de tomate resistentes a tres razas de Fusarium oxysporum, con el fin de identificar aquellos resistentes a la marchitez y buscar mediante un análisis molecular la presencia de genes de resistencia en dichos cultivares.

“Realizamos pruebas de patogenicidad (capacidad de un organismo de producir enfermedad) en plantas de 30 días, con híbridos comerciales de tomate y variedad susceptible, inoculando el patógeno. Los resultados indican que los primeros síntomas de la enfermedad se evidenciaron después de seis días de la inoculación”, comenta la magíster.

Se evaluaron tres sustancias bioactivas con fosfitos: potasio, calcio y silicio. Con los fosfitos de potasio a concentraciones mayores a 1.000 ppm (partes por millón) se encontró que el crecimiento del patógeno se inhibió entre un 70 y 99 %; con el fosfito de calcio a concentraciones mayores a 50 ppm se inhibió el crecimiento en un 70 %; y con el silicio a concentraciones mayores a 5.000 ppm se presentó inhibición en un 77 %.

Sin embargo en las plantas infectadas (inoculadas) con el patógeno la sustancia bioactiva más eficiente fue el fosfito de potasio, por su consistencia en las réplicas biológicas, con un 42 % de eficacia sobre el patógeno.

El control de las enfermedades en el cultivo ha dependido mucho del uso y la aplicación de fungicidas de síntesis química, que generan resistencia de los patógenos y cuya consecuencia es un detrimento de los recursos y la salud de las personas; por eso se evaluó la actividad de sustancias bioactivas de origen biótico (plantas o microorganismos) y abiótico (sustancias químicas).

Para la investigadora, “este es insumo para nuevas investigaciones en el uso del método de inoculación para otras plantas, además del uso de sustancias bioactivas, como fosfitos y silicios que permitan mitigar el efecto negativo del patógeno Fusarium en suelos y plantas de otros cultivos”.

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