Argentina se ha consolidado como el país con mayor desarrollo en biotecnología de América Latina, y uno de los sectores donde más impacto tiene esta ciencia es en la industria alimentaria.
A través de la investigación aplicada, la transferencia tecnológica y la colaboración entre organismos públicos y privados, el país impulsa soluciones biotecnológicas que mejoran la seguridad alimentaria, aumentan la productividad y abren nuevas oportunidades en mercados internacionales.
Desde la década del 90, Argentina apostó a la biotecnología como política de Estado. Hoy, esa apuesta da sus frutos: el país cuenta con más de 200 empresas biotecnológicas, muchas de ellas especializadas en el sector agroalimentario, así como un robusto sistema científico conformado por el CONICET, universidades y centros tecnológicos como INTA y INTI. Esta sinergia ha permitido avanzar en áreas como la edición génica, la fermentación avanzada, los bioprocesos, y el desarrollo de ingredientes funcionales y alimentos con propiedades mejoradas.
Biotecnología aplicada al agro y a los alimentos, uno de los grandes aportes de Argentina al mundo ha sido la biotecnología agrícola, base de la producción de alimentos. La adopción de cultivos genéticamente modificados (GM), como la soja y el maíz tolerantes a herbicidas o resistentes a plagas, ha permitido mejorar los rendimientos y reducir el uso de agroquímicos. Estos avances han tenido un efecto directo en la industria alimentaria, al asegurar el abastecimiento de materias primas más estables, trazables y sustentables.
Pero la innovación va más allá de los cultivos. Empresas biotecnológicas como Bioceres han desarrollado plataformas como HB4, una tecnología de tolerancia a sequía aplicada al trigo y la soja, que no solo incrementa la productividad sino que asegura el acceso a ingredientes esenciales en contextos de cambio climático. Este trigo biotecnológico, recientemente aprobado en mercados clave, ya se incorpora en alimentos panificados y pastas, siendo un ejemplo de cómo la ciencia transforma la cadena alimentaria desde la semilla al producto final.
Ingredientes funcionales y alimentos del futuro, Argentina también avanza en el desarrollo de ingredientes alimentarios mediante procesos biotecnológicos. El uso de microorganismos modificados genéticamente y fermentaciones controladas permite crear enzimas, probióticos, aromas naturales y proteínas alternativas con alta eficiencia y bajo impacto ambiental.
Empresas emergentes y startups, muchas incubadas en universidades y polos científicos, están innovando en la producción de alimentos plant-based, análogos cárnicos y lácteos, fermentación de precisión, y la generación de proteínas a partir de residuos agrícolas o subproductos industriales. Esta transformación apunta no solo a satisfacer la demanda de consumidores más conscientes, sino también a reducir la dependencia de sistemas tradicionales intensivos en recursos.
Un ejemplo es Keclon, una empresa de base tecnológica que desarrolla enzimas para la industria de aceites y alimentos, mejorando procesos industriales con soluciones más limpias y eficientes. También se destacan iniciativas como Frizata, una foodtech que aplica inteligencia de datos y biotecnología en el desarrollo de alimentos ultracongelados funcionales, sin conservantes ni aditivos artificiales.
Inocuidad y trazabilidad como sello de calidad, la biotecnología también tiene un rol clave en asegurar la inocuidad alimentaria. Técnicas como la biología molecular y el diagnóstico genético se utilizan para detectar patógenos, residuos y contaminantes en tiempo real, lo que fortalece los controles de calidad en toda la cadena. Asimismo, el uso de blockchain combinado con trazabilidad genética permite verificar el origen de cada producto, lo que mejora la confianza del consumidor y la competitividad en exportaciones.
Argentina es pionera en la aplicación de estas tecnologías en productos cárnicos, granos, lácteos y alimentos procesados, lo que fortalece su posicionamiento como proveedor confiable y de alto valor agregado en los mercados internacionales.
Hacia una industria alimentaria más sustentable, la biotecnología en Argentina no solo impulsa una industria alimentaria más eficiente y segura, sino también más sustentable. Al reducir desperdicios, optimizar recursos y generar nuevos productos desde la innovación, el país marca una hoja de ruta para la región. Además, iniciativas público-privadas, como el Plan Nacional de Bioeconomía, integran estas capacidades para consolidar un modelo de desarrollo basado en el conocimiento.
En definitiva, Argentina demuestra que la biotecnología aplicada a los alimentos no es solo una promesa, sino una realidad transformadora, con impactos positivos que trascienden fronteras y sientan las bases de una nueva economía de la alimentación para América Latina y el mundo.