El Perú vuelve a situarse en el radar internacional de ingredientes funcionales gracias a un activo que, aunque ancestral, está ganando protagonismo en la ciencia y en la industria: las antocianinas.
Estos pigmentos naturales, responsables de los tonos rojos, púrpuras y azules en alimentos como el maíz morado, el camote morado, la uva negra y los arándanos, están generando una demanda acelerada en los mercados de nutracéuticos, colorantes naturales y cosmética clean-label. Para Jorge Niño de Guzmán, analista alimentario y consultor en innovación agroindustrial, el panorama abre una ventana única para consolidar un liderazgo global basado en la biodiversidad peruana.
Un mercado en expansión con fundamentos científicos sólidos
El interés por las antocianinas se sustenta en un cuerpo creciente de investigación. Diversos estudios clínicos y revisiones sistemáticas han demostrado su capacidad antioxidante, antiinflamatoria y vasoprotectora, con efectos asociados a la reducción del riesgo cardiovascular, mejor regulación de glucosa, modulación del microbioma intestinal y potencial acción anticancerígena. Estas evidencias respaldan su creciente adopción en suplementos de salud cardiovascular, fórmulas antiaging, bebidas funcionales y productos de bienestar metabólico.
El mercado global de antocianinas, impulsado también por el reemplazo de colorantes sintéticos por alternativas naturales, se proyecta a superar los USD 930 millones en 2032. Las marcas multinacionales buscan proveedores capaces de asegurar trazabilidad, certificaciones orgánicas y estándares regulatorios robustos para mercados como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, donde FDA, EFSA y las autoridades sanitarias niponas han endurecido los requisitos para ingredientes funcionales.
Perú: biodiversidad con ventaja competitiva
Dentro de este ecosistema, el Perú posee un activo excepcional: el maíz morado. Diversos análisis fitoquímicos lo posicionan como una de las fuentes más concentradas de antocianinas del mundo, especialmente del compuesto cianidina-3-glucósido, altamente valorado por su estabilidad y capacidad antioxidante. A ello se suma la riqueza genética del camote morado peruano y de variedades nativas de uva y arándano de zonas altoandinas.
La industria nacional ya muestra señales de articulación. Empresas como Industria y Comercio Lambayeque (INCOLAM), Peruvian Inka Foods, Liking Organics Foods, Agroindustrial Sadel y La Cosecha del Perú exportan maíz morado y derivados —extractos, harinas, polvos estandarizados y concentrados— hacia Estados Unidos y Europa, integrándose a cadenas de suministro nutracéuticas y alimentarias que valoran la identidad andina y los atributos de sostenibilidad.
Desafíos tecnológicos y estrategia país
No obstante, Niño de Guzmán advierte que para consolidar el liderazgo no basta con producir materia prima de calidad. El reto está en industrializar. “Si Perú quiere capturar mayor valor, debe invertir en tecnologías de extracción, purificación y estabilización, especialmente microencapsulación y secado avanzado, que permitan garantizar potencia, vida útil y consistencia del ingrediente”, afirma.
La competitividad también pasa por certificaciones —orgánicas, kosher, halal, BRC, FSSC 22000— y por posicionar la antocianina peruana como un ingrediente premium. Ello implica storytelling andino, evidencia científica propia, alianzas con centros de investigación, y campañas orientadas a mostrar beneficios funcionales comparados con fuentes asiáticas y europeas.
Una oportunidad estratégica para la bioeconomía
Para Niño de Guzmán, las antocianinas representan mucho más que un pigmento. “Son un puente entre biodiversidad y bioinnovación. Si articulamos inversión, tecnología y marketing, el Perú puede replicar —e incluso superar— el éxito del arándano. Esta es una oportunidad para liderar no solo volúmenes, sino ciencia, salud y sostenibilidad”, concluye.
