La agricultura venezolana atraviesa una etapa compleja que, aunque muestra signos de estabilidad en ciertos rubros, enfrenta severos desafíos estructurales que limitan su potencial productivo.
Según el más reciente informe de la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos, la producción de alimentos en Venezuela ha mantenido niveles similares a los del año anterior, pero la caída del 14 % en la producción de maíz ha encendido las alarmas en todo el sistema agroalimentario, tanto a nivel nacional como regional.
El reporte revela que mientras rubros como el arroz se mantienen estables y el sector avícola registra un crecimiento importante, la reducción del área de siembra de maíz, estimada en 280.000 hectáreas, se ha convertido en una preocupación central. Este grano es clave no solo para el consumo humano, sino también como insumo esencial para la producción de alimentos balanceados, especialmente en la industria avícola, que actualmente vive un auge en el país.
Un retroceso preocupante en la siembra de maíz
Para el ciclo de mercado 2025/2026, se proyecta que la producción de maíz en Venezuela será de aproximadamente 1,2 millones de toneladas métricas (MMT), lo que representa una disminución del 14 % en comparación con el ciclo anterior. Esta baja está directamente vinculada a tres factores estructurales: la escasez de semillas (particularmente híbridas), la falta de financiamiento, y el acceso limitado a fertilizantes e insumos agrícolas.
Pese a esta caída en la producción total, el rendimiento por hectárea se ha mantenido estable, con una proyección de 4,3 toneladas por hectárea. Sin embargo, la eficiencia productiva no logra compensar la menor superficie cultivada, lo que genera una presión adicional sobre las cadenas de suministro de alimentos en Venezuela.
Industria avícola en expansión, pero con riesgos
Paradójicamente, uno de los sectores que ha mostrado señales de recuperación y crecimiento es el rubro avícola, con un aumento del 15 % en la producción de carne de pollo durante 2024, de acuerdo con el presidente del gremio, Saúl Elías López. Este crecimiento responde tanto a una mayor demanda interna de proteínas animales como a mejoras tecnológicas y de eficiencia en el sector.
No obstante, este dinamismo presenta un nuevo reto: la dependencia del maíz como alimento para aves. La caída en la producción nacional obliga a importar grandes volúmenes del cereal, encareciendo los costos de producción y afectando la sostenibilidad del crecimiento avícola. En un país con restricciones cambiarias y limitaciones para acceder a mercados internacionales, esta situación podría escalar a una crisis alimentaria si no se toman medidas correctivas.
Arroz: un rubro que se mantiene firme
En contraste con el maíz, la producción de arroz ha mostrado una ligera recuperación, alcanzando las 407.000 toneladas métricas para el mismo período. Este avance se atribuye al aumento del área sembrada y a mejoras en los rendimientos, gracias a prácticas agronómicas más eficientes.
Aunque el arroz no depende en la misma medida de insumos importados, el sector también enfrenta obstáculos relacionados con el financiamiento y la logística de distribución, que podrían limitar su capacidad de expansión a mediano plazo.
Un desafío regional
La situación agrícola de Venezuela no es un caso aislado. En el contexto latinoamericano, donde la seguridad alimentaria se ha convertido en una prioridad estratégica, el retroceso de la producción agrícola venezolana tiene implicaciones regionales, especialmente en lo que respecta al comercio intrarregional y a la capacidad de los países vecinos de abastecerse de alimentos básicos.
La crisis del maíz, además, afecta a industrias alimentarias conexas, como la producción de arepas, harinas pre-cocidas, alimentos balanceados para animales, y productos procesados. Todo esto pone en riesgo el abastecimiento local y genera distorsiones de precios que afectan a los consumidores.
Financiamiento y sostenibilidad: el camino a seguir
Saúl Elías López insiste en que el problema estructural más grave del sector sigue siendo la falta de financiamiento. Esta situación lleva más de una década afectando la productividad del campo venezolano. Para revertir esta tendencia, el experto propone explorar alternativas como la integración de Venezuela en los mercados de carbono, lo que permitiría acceder a nuevos flujos de inversión internacional y fomentar prácticas agrícolas sostenibles.
La crisis actual es una oportunidad para repensar el modelo agrícola venezolano y promover políticas que fortalezcan la producción nacional, garanticen el acceso a insumos, y apoyen a los productores locales. Solo así será posible asegurar un sistema agroalimentario más resiliente y con impacto positivo tanto dentro como fuera de las fronteras.