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Listeria: el patógeno que trae de cabeza a la industria alimentaria

Procesos / Envases Internacional

En las últimas semanas, se han producido dos brotes de listeriosis en Dinamarca e Italia que suman hasta el momento casi 100 personas afectadas y cuatro fallecidas. En España no se han notificado casos, pero las alertas alimentarias asociadas a esta temida bacteria no dejan de sucederse.

En el pasado, la Listeria monocytogenes era una bacteria desconocida por buena parte de la población, pero desde el año 2019 es tristemente famosa en España debido al grave brote de listeriosis asociado al consumo de carne mechada contaminada, que afectó al menos a 254 personas y provocó cuatro fallecimientos y seis abortos.

Desde entonces miramos con más atención las noticias relacionadas con alertas alimentarias, especialmente si está implicada esta bacteria. Y parece que no dejan de sucederse. En los últimos dos meses se han notificado en el sistema europeo de alertas alimentarias (RASFF) 27 alertas por presencia de Listeria en alimentos comercializados en diferentes países.

Dos de ellas destacan especialmente: la primera, asociada al consumo de pasteles de pescado elaborados en Dinamarca, ha causado un brote de listeriosis en ese país que suma hasta el momento siete personas afectadas y una fallecida; mientras que la segunda alerta, asociada al consumo de unas populares salchichas tipo Frankfurt elaboradas en Italia, ha afectado en ese país a 90 personas, causando tres muertes.

En España también se han registrado alertas relacionadas con Listeria en los últimos dos meses: una debida precisamente a esas salchichas procedentes de Italia y otras dos asociadas a productos de elaboración nacional (morcilla y cabeza de cerdo loncheada). Todos ellos han sido retirados del mercado y no se han notificado casos de listeriosis asociados a su consumo.

¿Qué está ocurriendo?
Podría parecer que asistimos a una situación anómala, con más alertas alimentarias de lo habitual. Para algunas personas, esto se explicaría por la crisis económica, que habría llevado a algunas empresas a relajar los controles y los sistemas de seguridad alimentaria para ahorrar costes.

Pero si atendemos a los datos, no parece que esto sea generalizado ni que la situación haya cambiado significativamente en los últimos meses. Por ejemplo, si nos fijamos en los registros del sistema RASFF, en el último año se han notificado en Europa 129 alertas por presencia de Listeria en alimentos, una cifra muy similar a la del año anterior, cuando se notificaron 131 alertas por esta causa.

La incidencia de listeriosis tampoco ha experimentado cambios estadísticamente significativos en el periodo 2016-2020. Cada año se registran unos 2.400 casos en la Unión Europea (en torno a 0,50 casos por cada 100.000 habitantes), con la salvedad del año 2020, cuando la cifra fue un poco menor, debido muy probablemente al confinamiento motivado por la pandemia de covid.

Si hacemos comparaciones con las principales enfermedades de transmisión alimentaria, veremos que la incidencia de listeriosis es relativamente baja. Por ejemplo, durante 2020, se registraron 1.876 casos de listeriosis, frente a 52.702 de salmonelosis y 120.946 de campilobacteriosis, lo que sitúa esa enfermedad en el quinto puesto entre las zoonosis de transmisión alimentaria. Teniendo en cuenta todo esto cabe preguntarse por qué es la que más preocupa.

¿Por qué preocupa tanto esta bacteria?
A pesar de que en los últimos cuatro o cinco años la incidencia de listeriosis no ha variado de forma significativa, si consideramos un periodo de tiempo más largo, veremos que sí sigue una tendencia al alza, hasta el punto que se considera un problema emergente de salud pública. Esto, sumado a la preocupación social existente en nuestro país, puede hacernos pensar que los controles alimentarios son cada vez peores. Pero ocurre justo lo contrario.

Si ahora hay más problemas asociados a Listeria que décadas atrás es, en parte, porque se analiza y diagnostica más y mejor que antes. A eso hay que sumar que cada vez disponemos de una mayor cantidad de alimentos listos para consumir, que son los que entrañan más riesgos. Aunque el principal motivo que explica esta situación es el envejecimiento de la población, dado que las personas mayores son especialmente vulnerables a la enfermedad.

La listeriosis preocupa además porque se trata de la enfermedad de transmisión alimentaria con mayor tasa de hospitalización y mortalidad. De las casi 1.900 personas afectadas por listeriosis en el año 2020, un 43% requirió hospitalización (780 personas) y en torno a una de cada ocho personas falleció, lo que supone una tasa de mortalidad del 13%. Además, esta tasa puede ser aún mayor, como ocurrió en el año 2019, cuando alcanzó el 17,6% en la Unión Europea, es decir, fallecieron casi 18 de cada 100 personas afectadas.

Hay que aclarar que la listeriosis puede tener diferentes efectos en la salud, dependiendo de factores como la carga bacteriana en el alimento contaminado, la cepa y la susceptibilidad de la persona afectada. Así, en grupos de riesgo, como personas inmunodeprimidas, personas mayores (especialmente si superan los 84 años), mujeres embarazadas y niños de corta edad, puede llegar a ser muy grave, causando trastornos como septicemia, meningitis, neumonía, endocarditis, graves lesiones en el feto o abortos.

Sin embargo, en personas sanas produce generalmente una gastroenteritis leve, con síntomas parecidos a los de una gripe: diarrea, dolor de cabeza, dolores musculares y fiebre (incluso puede que ni siquiera se presenten síntomas, como ocurre en un 10% de las personas que contraen la bacteria). En estos casos ni siquiera se suele acudir al médico, así que se trata de una enfermedad infradiagnosticada.

Por otra parte, el periodo de incubación de la enfermedad puede variar, según la cepa, y llegar a ser muy largo: generalmente es de una a dos semanas, pero puede ser menor o incluso llegar a ser de hasta 90 días. Esto puede complicar enormemente la investigación epidemiológica a la hora de buscar el origen de un brote, lo que explica que se pueda prolongar durante largo tiempo.

Para hacernos una idea, el mayor brote registrado hasta la fecha se produjo en Sudáfrica a lo largo de más de un año (entre enero de 2017 y junio de 2018), dado que los investigadores no eran capaces de averiguar el origen. Resultó ser un producto cárnico cocido similar a la mortadela (salchichas de Bolonia), que acabó afectando a 1.060 personas y causando 216 muertes (una tasa de mortalidad del 20%).

En la actualidad se investiga un brote en Escocia que comenzó en octubre de 2020 y cuyo origen aún se desconoce (se sospecha de salmón ahumado). Ha afectado hasta el momento a 14 personas y ha causado tres muertes.

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