Aunque es habitual que se recurra a los pesticidas en el cultivo, en este caso las concentraciones son mínimas, con lo que no llegan al consumidor residuos de estos productos. Puedes brindar tranquilo: se comprobó que en el vino, los pesticidas no son un problema. El exceso de pesticidas en los alimentos nos preocupa y no sin razón. En un estudio dedicado a frutas y verduras comprobaron que era común encontrar rastros de su uso, si bien por debajo de los límites máximos autorizados.
¿Y qué pasa con las uvas con las que se elabora el vino? ¿Será posible que no podamos bajar la guardia ni siquiera cuando nos tomamos una copa de vino? Para descubrirlo, se analizaron 325 botellas de 11 países, tanto de la Unión Europea como de otras regiones productoras del mundo. Afortunadamente, los resultados no hacen sonar las alarmas: sí, se detectan concentraciones de residuos en bastantes de ellas, pero en dosis casi insignificantes en la gran mayoría de casos.
Para comprobar si se rebasaban esos límites máximos, el estudio ha tenido que tomar como referencia los establecidos para la uva de vinificación, pues todavía no se han fijado unos específicos para el vino. Un 55% de las botellas examinadas presentaban algún tipo de residuo, en ningún caso vulneraban la ley. En el pequeño porcentaje de la muestra (3%) en que se identificaban sustancias más problemáticas, estos parecen explicarse por contaminaciones procedentes del suelo de cultivo o del agua de riego, más que de un uso intencionado: no hay motivos para deducir prácticas inadecuadas.
Compararon los resultados de los vinos europeos y los que se hacen en países como Australia, Estados Unidos, Chile o Argentina: a diferencia de lo que pasó con frutas y hortalizas, en que los resultados fueron peores fuera de la UE, en el vino los resultados extracomunitarios fueron incluso mejores y esas botellas mostraron menos residuos que las producidas en Europa.
La inquietud por los pesticidas no es gratuita. Su empleo en la viticultura ayuda a prevenir o combatir algunos hongos y plagas muy comunes, pero son muchos los estudios que los relacionan con un aumento del riesgo de padecer ciertas enfermedades como asma, trastornos de la memoria, daños hepáticos o problemas de fertilidad. Los propios agricultores son los más expuestos a ellos y su uso excesivo puede causar también perjuicios ambientales que van del deterioro de la tierra a la contaminación de ríos y acuíferos.
La alternativa de los viñedos ecológicos, que prescinden de estas sustancias, ha cobrado así fuerza en los últimos años. Se analizó si realmente suponen una garantía fiable para el consumidor, y esto pasó en el 93% de casos. El restante 7%, en cambio, presentó unos residuos que no deberían estar ahí, pero una vez más resultaron ser concentraciones tan bajas que costaron incluso de detectar.
En principio, los investigadores recomiendan tomar vino con tranquilidad: aunque más de la mitad de las botellas analizadas contengan pesticidas, lo hacen en proporciones que se consideran seguras para el consumo humano. Ahora queda saber si el peligro puede venir de un efecto acumulativo. En el 70% de los vinos españoles en los que se detectaron pesticidas había más de uno (y en algunos pocos hasta cincos, seis y siete). El llamado efecto cóctel, la posibilidad de que la suma de pequeñas concentraciones sí pueda acabar resultando tóxica, es una cuestión acerca de la que todavía falta información científica y sobre la que la Unión Europea no tiene una normativa, pero que sin duda debe ser adecuadamente investigada y controlada cuanto antes.
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