Cada 16 de octubre, el mundo celebra el Día Mundial de la Alimentación, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con el objetivo de reflexionar sobre los avances y desafíos en torno al acceso universal a alimentos suficientes, seguros y nutritivos.
Este año, la conmemoración adquiere un matiz especial: faltan apenas cinco años para 2030, la meta establecida por la Agenda para el Desarrollo Sostenible, cuyo Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS 2) —“Hambre Cero”— busca erradicar el hambre, garantizar la seguridad alimentaria y promover una agricultura sostenible. Sin embargo, en Latinoamérica, los progresos se han desacelerado y el panorama resulta preocupante.
La región enfrenta hoy una crisis alimentaria con una doble carga nutricional. Por un lado, más de 20 millones de latinoamericanos sufren inseguridad alimentaria aguda, según cifras recientes de la ONU. Por otro, la obesidad y el sobrepeso continúan creciendo a un ritmo alarmante: uno de cada cuatro adultos presenta exceso de peso, y entre los niños, la prevalencia supera el 30% en varios países. Esta paradoja refleja no solo profundas desigualdades socioeconómicas, sino también transformaciones en los hábitos alimentarios, donde los productos ultraprocesados y de bajo valor nutricional han desplazado a las dietas tradicionales.
De acuerdo con Elizabeth Díaz, directora ejecutiva de la Alianza Latinoamericana de Nutrición Responsable (ALANUR), la solución requiere un enfoque integral y colaborativo. “Si bien el reto para alcanzar la meta es grande y los suplementos no sustituyen los alimentos, sí se han consolidado como aliados estratégicos para apoyar la nutrición. Son una herramienta práctica para reforzar la dieta en situaciones o etapas donde no se logra cubrir todos los requerimientos nutricionales”, explica.
El contexto global no facilita el avance. El cambio climático, las tensiones geopolíticas y la inflación de los alimentos han elevado los costos de producción y distribución, afectando especialmente a los hogares más vulnerables. La FAO y el Banco Mundial advierten que, de mantenerse esta tendencia, la meta de “Hambre Cero” no se cumplirá en 2030, lo que podría tener consecuencias profundas en el desarrollo humano, la salud pública y la productividad regional.
Sin embargo, el panorama no es enteramente negativo. Existen oportunidades para innovar y cooperar. El mercado de los suplementos alimenticios es uno de los sectores con mayor crecimiento en la región: representa casi un tercio del valor total del mercado de salud del consumidor en América Latina, con más de 200 millones de usuarios regulares. Desde multivitamínicos hasta productos de nutrición funcional y deportiva, estas soluciones han ganado terreno entre consumidores que buscan mejorar su bienestar y compensar deficiencias nutricionales.
Para Díaz, el futuro de la nutrición regional dependerá de la colaboración entre sectores públicos y privados, junto con una fuerte base educativa. “Alcanzar el Hambre Cero requiere voluntad colectiva, innovación y soluciones conjuntas. Ninguna acción aislada resolverá el problema, pero cada esfuerzo cuenta. Los suplementos pueden ser un apoyo complementario, siempre acompañados de políticas públicas sólidas, educación alimentaria y acceso equitativo a alimentos frescos y saludables”, sostiene.
En este Día Mundial de la Alimentación, ALANUR hace un llamado a gobiernos, empresas, academia y ciudadanía para unir esfuerzos hacia una “nutrición sin fronteras”, donde todos los latinoamericanos tengan acceso a una alimentación suficiente, segura y nutritiva.
La Alianza Latinoamericana de Nutrición Responsable agrupa a empresas líderes del sector de suplementos e ingredientes alimenticios en América Latina. Desde su fundación en 2011, trabaja en conjunto con autoridades y organizaciones de salud para promover información científica y confiable sobre el papel de los suplementos en la nutrición, contribuyendo a construir un futuro más saludable y sostenible para la región.