La falta de priorización de necesidades, el incumplimiento de acuerdos y la ejecución de proyectos sin planificación, serían las razones por las que algunas organizaciones cacaoteras de Boyacá no siguen los procesos de intervención del Estado. Una de las mayores brechas detectadas en el territorio respecto a las organizaciones es que, en general, se contempla una pérdida del capital social y de acción colectiva, debido en especial a que el Estado llega a invertir materialmente, pero deja por fuera al individuo, lo que hace que las comunidades pierdan la confianza en estos procesos.
Esta fue una de las conclusiones a la que llegó Nubia Yolanda Rodríguez Pinzón, magíster en Gestión y Desarrollo Rural de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), en su investigación para responder al interrogante ¿por qué no es posible consolidar los procesos con las organizaciones de cacaoteras, a pesar de las diferentes intervenciones institucionales, estatales y no estatales?
En el marco de la investigación, la magíster trabajó durante dos años con nueve organizaciones cacaoteras de siete municipios de Boyacá, comparando la información suministrada por expertos previamente consultados, con lo encontrado en los territorios.
Allí se generaron instrumentos de campo con entrevista a los diferentes actores involucrados –comunidades, instituciones y organizaciones–, además de herramientas cerradas de medición (encuestas) y análisis multicriterio, con los cuales se evaluaron las capacidades tanto individuales (cómo calificaban esas organizaciones las intervenciones del Estado según la confianza, solidaridad, reciprocidad, participación, entre otros), como colectivas y organizacionales.
“En las intervenciones y los proyectos con las comunidades se espera que exista una reciprocidad entre el productor y el Gobierno, pero por el incumplimiento de acuerdos y la ejecución de proyectos sin planificar, la gente ya no confía y solo espera a que le llegue la inversión”, señaló la investigadora.
Con el estudio se buscó crear una metodología que articulara tanto lo productivo como lo social, y que contemplara el territorio de una forma más compleja y completa en todas sus dimensiones, no solo la técnica.
Desde la academia se hizo una revisión exhaustiva de literatura y de la gestión de conocimiento enfocado al sistema de tres capacidades: individuales –basadas en los valores– colectivas y organizacionales.
Sin embargo, uno de los hallazgos más relevantes fue que “al remitirnos a la literatura, o al buscar una metodología que orientara sobre lo que se debía hacer, no encontramos nada, la información estaba dispersa”, asegura la investigadora.
Agrega que la misma institución genera esas dinámicas, que en vez de rescatar los valores y principios se basan en actividades desarticuladas concebidas desde bases externas.
Articulación necesaria
Se debe lograr una articulación institucional que desarrolle estrategias a partir del el individuo, y de las acciones que las comunidades consideran forman parte de su desarrollo. “Es una invitación a que las instituciones jueguen a favor de los campesinos y comunidades y que haya una articulación entre varias instituciones gubernamentales y no gubernamentales”, subraya.
“Es necesario crear estrategias concretas para devolverle la confianza a las organizaciones y así lograr que participen más en los procesos propuestos”, señala la magíster.
“En el trabajo con poblaciones rurales uno encuentra procesos productivos propios de la gente, como la producción de caña, café, y siembra del cacao, entre otros. Ellos ya tienen sus proyectos vivos, entonces lo que se debe buscar es lograr el fortalecimiento de esos proyectos de vida ya implantados en las comunidades”, afirmó.
En el proyecto de investigación contó además con la participación de los grupos de investigación de la UNAL tanto en Gestión y Desarrollo Rural como en Agricultura, Ambiente y Sociedad.
