La presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Carla Martín Bonito, alertó sobre una barrera que no se puede superar hace 12 años.
Con un techo alcanzado hace ya 15 años, la industria alimenticia argentina atraviesa un estancamiento crónico. Igual dirección tiene la exportación que, mientras otros países triplicaron su nivel de ventas, la Argentina mantiene la misma escala que hace 12 años atrás.
Con esa dura radiografía del sector, la presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Carla Martín Bonito, reflejó la cruda realidad de las empresas alimenticias y de bebidas.
Lo hizo en la apertura de la Semana de la Ingeniería que, bajo el lema “El desafío de alimentar al mundo”, reunió a referentes de la industria en el Centro Argentino de Ingenieros (CAI) para debatir acerca de las oportunidades que tiene el sector de cara a las necesidades globales que se presentan en los años venideros.
En detalle, Martín Bonito señaló que en el 2023, el sector registró los mismos niveles de producción que en 2012 y donde la utilización de la capacidad instalada fue de un 63%. Eso significa que hay casi un 40% de capacidad ociosa: “A veces nos matamos por encontrar las olas de inversiones y la realidad es que necesitamos también prestar atención en la capacidad ociosa disponible para poner en marcha nuevamente y reactivar ese entramado que tanto aporta a la economía”.
“El perfil internacional de la industria y su participación en los mercados también dan cuenta del estancamiento. En 15 años los principales países exportadores más que triplicaron su nivel de exportación, en tanto la Argentina, con 25.000 millones de dólares de superávit en promedio, mantiene el mismo nivel que hace 12 años atrás”, agregó.
Recordó que uno de cada tres pesos que genera la industria, tres de cada 10 empleos, cuatro de cada 10 dólares de exportación y cuatro de cada 10 pesos de recaudación tributaria, provienen de empresas de alimentos.
“Si observamos los niveles de producción con una perspectiva de mediano plazo, la industria no despega, muestra un comportamiento asimilable a los ciclos de stop and go. Tenemos periodos de recuperación, seguidos de retracción que dejan al conjunto del sector en los mismos niveles de producción que hace 15 años atrás”, remarcó.
Indicó que los principales tres sectores de exportación de la industria representan el 70% del total de las ventas y en términos de destino sucede algo similar. Si bien llegan a 180 destinos, los 10 principales compradores de los productos de alimentos y bebidas explican el 40% de esas exportaciones. “Ahí también tenemos un desafío para diversificar”.
Desregulación
En este contexto, celebró el enfoque de la agenda sobre la desregulación, la apertura de mercados y la promoción de la competencia que impulsa la gestión actual de Gobierno. “Esto puede llevar a nuestras industrias a nuevos niveles de competitividad y sostenibilidad”, dijo, pero pidió que el Gobierno amplíe su espectro de trabajo y se logre salir de la paralización productiva.
“Los esfuerzos aislados no sirven. Ante cambios de reglas permanentes, hay que tener un ingenio creativo para recalcular y visualizar siempre las alternativas posibles. Pensar en todos los escenarios posibles y siempre tener un escenario B o C. Pero tenemos un largo camino por delante y por eso es fundamental que cada uno de los pasos que se hagan sean contundentes. La construcción de agendas asociadas a la consolidación de políticas de Estado es para Copal una prioridad, por eso la agenda debe trascender a las gestiones de gobierno”, enfatizó.
“Necesitamos políticas de Estado que nos permitan consolidar el sendero de la reducción tributaria. Hoy, entre el 40 y el 50% es la carga tributaria: es un gran peso el que tienen los impuestos contenidos en el precio en alimentos y bebidas. En la Argentina hay más de 160 impuestos y los primeros 11 representan el 90% del total de la recaudación.
Eso es excesivamente ineficiente, no solamente para las empresas, también para el Estado en su rol de fiscalizador. Implementar una reforma tributaria que reduzca la carga fiscal sobre las empresas del sector debe conducir a reinvertir en mejoras tecnológicas y agregar valor; es lo que justamente está necesitando nuestro entramado exportador”, agregó.
Además señaló de vital importancia que el Gobierno tenga en su eje políticas que desarrollen infraestructura logística (modernización de puertos, rutas y sistemas de transporte para reducir tiempos y costos) y un marco regulatorio que favorezca la innovación, “no como el sistema de etiquetado frontal que la industria siempre estuvo de acuerdo, pero fue un sistema que lejos de empoderar al consumidor, ha generado muchísimos desincentivos para innovar y mejorar”.
También reclamó aquellas políticas que consoliden el entramado pyme exportador. “El 97% son pymes y es imperioso apoyar y consolidar también este entramado, creando un ecosistema para que las pymes puedan crecer y competir en el mercado internacional. Hoy la capacidad exportadora argentina tiene una inserción que no supera el 1,5% de la demanda mundial de alimentos”, insistió. Para esto, aseguró que es fundamental contar con un financiamiento productivo accesible y alineado a las necesidades de inversión de las empresas.
Por último, a modo de conclusión, afirmó que el mayor capital de acción para consolidar una política de Estado “es el consenso y la colaboración entre todos los actores claves”.
“Para superar este estancamiento y liberar el potencial de nuestra industria, es necesario un esfuerzo conjunto y coordinado entre el sector público y privado, donde prime la creatividad en la búsqueda de soluciones a los complejos retos que enfrentamos. Necesitamos trabajar en la construcción de esa confianza. La posibilidad de consolidar políticas de Estado requiere que podamos confiar en la capacidad de colaborar y de trabajar entre todos con políticas públicas efectivas”, finalizó.