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El picante: un aliado cultural y metabólico cuando se consume con moderación

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En México y buena parte de América Latina, el picante no es solo un sabor fuerte o una preferencia culinaria: es parte integral de la identidad cultural, familiar y gastronómica. Desde los tacos hasta los guisos más tradicionales, el chile ocupa un lugar privilegiado en la cocina.

Pero más allá de su valor simbólico, la ciencia moderna ha comenzado a explorar los efectos del picante —específicamente de la capsaicina, su compuesto activo— en la salud humana, con hallazgos prometedores.

Saciedad y control del apetito

Diversos estudios han encontrado que el consumo moderado de alimentos picantes puede influir positivamente en la regulación del apetito. Un estudio citado por Verywell Health, liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania, mostró que añadir pequeñas cantidades de picante a las comidas puede reducir el consumo total de alimentos entre un 11% y 18%, sin disminuir la satisfacción o el disfrute al comer.

La clave detrás de este efecto es la capsaicina, una sustancia natural presente en los chiles que estimula los receptores del dolor en la lengua, generando una sensación de calor. Esta activación provoca una respuesta fisiológica que incluye la liberación de endorfinas y la aceleración del metabolismo, proceso conocido como termogénesis inducida por dieta.

Beneficios metabólicos y cardiovasculares

Más allá de la saciedad, la capsaicina ha sido objeto de numerosos estudios debido a sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y termogénicas. Algunos trabajos han sugerido que podría ayudar a reducir niveles de colesterol LDL (el llamado "colesterol malo") y a mejorar la circulación sanguínea al promover la vasodilatación.

Además, existe evidencia que relaciona el consumo habitual de picante con un menor riesgo de mortalidad cardiovascular, aunque los mecanismos detrás de este efecto aún se investigan. Se cree que su impacto positivo sobre el metabolismo lipídico, la presión arterial y la sensibilidad a la insulina podría explicar este fenómeno.

No todo es para todos

Sin embargo, no todas las personas responden igual al picante. Especialistas como John Wesley McWhorter, de la Academia de Nutrición y Dietética, advierten que, aunque sus efectos pueden ser beneficiosos, son limitados y no sustituyen una alimentación equilibrada. Asimismo, la doctora Emma M. Laing, experta en nutrición clínica, recuerda que quienes padecen afecciones digestivas como el reflujo gastroesofágico, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn o celiaquía, deben evitar el consumo de picante, ya que puede empeorar sus síntomas.

Comer con conciencia

Un factor adicional que potencia el efecto saciante del picante es la velocidad al comer. Estudios han demostrado que comer lentamente mejora la percepción de saciedad, reduce la ingesta calórica y permite una mejor digestión. Tomarse el tiempo para saborear los alimentos, masticar bien y evitar distracciones como el celular o la televisión puede ser tan efectivo como elegir alimentos funcionales.

Conclusión: sabor, ciencia y equilibrio

El picante, cuando se consume con moderación y en el contexto de una dieta variada, puede ofrecer beneficios reales: desde ayudar a controlar el apetito hasta mejorar ciertos parámetros metabólicos. Más allá de su valor gastronómico y cultural, el chile puede convertirse en un aliado estratégico para la salud, siempre que se escuche al cuerpo y se mantenga un enfoque integral en la alimentación.

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