Un eventual cambio en la formulación de bebidas como Coca-Cola o Pepsi, reemplazando el jarabe de maíz de alta fructosa (AF55) por azúcar de caña, tendría un fuerte impacto en la industria de alimentos y bebidas de Estados Unidos.
A pesar del impulso político y social para promover ingredientes considerados más saludables, la transición implicaría desafíos logísticos, económicos y productivos significativos para las compañías del sector.
El presidente estadounidense Donald Trump declaró recientemente que Coca-Cola había accedido a utilizar azúcar de caña en sus productos tras conversaciones sostenidas con el fabricante. Esta declaración llega en el contexto de la campaña Make America Healthy Again (MAHA), respaldada por el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., que promueve cambios en los ingredientes utilizados por la industria alimentaria. Uno de sus principales argumentos es que el azúcar de caña representa una alternativa más saludable frente al jarabe de maíz, ampliamente usado en Estados Unidos.
Aunque Coca-Cola ya ofrece versiones con azúcar de caña en mercados como México —popularmente conocidas en EE.UU. como “Coca-Cola mexicana” y vendidas en botellas de vidrio—, un cambio completo de su formulación estándar dentro del país implicaría una profunda reestructuración de su cadena de suministro. “Pronto compartiremos más detalles sobre nuevas ofertas innovadoras dentro de nuestra gama de productos Coca-Cola”, fue la respuesta oficial de la empresa tras las declaraciones del mandatario.
PepsiCo, por su parte, afirmó estar abierta a adaptar sus productos con azúcar si así lo exige el consumidor. Sin embargo, expertos de la industria advierten que estos cambios no son tan simples. “La industria comenzó a usar jarabe de maíz en el pasado porque era más barato que el azúcar”, explicó Ron Sterk, editor jefe de SOSland Publishing, especializada en ingredientes alimentarios. El jarabe utilizado en las bebidas, conocido como AF55, contiene un 55% de fructosa, mientras que otras versiones con menos concentración son empleadas en panadería y repostería.
La sustitución del AF55 por azúcar de caña implicaría no solo ajustes técnicos y de etiquetado, sino también un aumento significativo en los costos de producción. Según la analista Heather Jones, de Heather Jones Research, si Coca-Cola reemplazara todo el uso de jarabe de maíz por azúcar de caña, el impacto económico podría superar los 1.000 millones de dólares, debido tanto a la diferencia de precios como al previsible incremento de la demanda global de azúcar.
Además, un cambio a gran escala afectaría directamente al mercado agrícola estadounidense. La Asociación de Refinadores de Maíz (CRA) advirtió que la eliminación del jarabe de maíz del suministro de alimentos y bebidas reduciría el precio del maíz hasta en 34 centavos por bushel, lo que representaría una pérdida de 5.100 millones de dólares para los agricultores. “La onda expansiva de este cambio provocaría la pérdida de empleos rurales y consecuencias económicas severas para muchas comunidades agrícolas del país”, señaló la entidad.
Actualmente, la producción nacional de azúcar de caña no sería suficiente para abastecer la demanda de la industria de bebidas en Estados Unidos, lo que obligaría a aumentar las importaciones. Esto representa otro punto crítico, especialmente en un contexto económico global incierto y con creciente presión sobre las cadenas logísticas.
En definitiva, si bien el cambio hacia ingredientes más naturales o percibidos como más saludables podría responder a nuevas demandas del consumidor, para empresas como Coca-Cola o Pepsi significaría una transformación estructural con implicaciones económicas profundas en toda la cadena de valor del sector de bebidas.