En un escenario de desaceleración inflacionaria y recomposición de precios relativos, Argentina comienza a mostrar señales de mayor competitividad en el mercado internacional de alimentos y bebidas.
Así lo revela la última comparativa global de precios de bienes y servicios de consumo elaborada por la Fundación Mediterránea, que ubica al bife de nalga argentino entre los más baratos del mundo, específicamente en el puesto 83 del ranking internacional. El dato resulta relevante no solo desde la óptica del consumo interno, sino también para la industria cárnica y el entramado agroalimentario en su conjunto.
El estudio analiza precios de referencia en diez países y múltiples rubros, y muestra que, si bien Argentina sigue siendo relativamente cara en segmentos como bienes durables, indumentaria y calzado, la situación es diferente en el rubro de alimentos y bebidas. En este último, el país resulta más caro solo en el 39% de los casos evaluados, una mejora significativa frente a mediciones previas y un indicio de corrección de distorsiones acumuladas durante años de alta inflación.
Desde una perspectiva industrial, el posicionamiento del bife de nalga —un corte emblemático del consumo argentino— entre los más accesibles a nivel global es un dato estratégico. La carne vacuna es uno de los principales productos del complejo agroexportador y un insumo clave para frigoríficos, supermercados y el canal gastronómico. La mejora relativa de precios responde a una combinación de factores: estabilización macroeconómica, ajuste del tipo de cambio real, recomposición de márgenes y una oferta ganadera que, si bien enfrenta desafíos estructurales, mantiene altos niveles de productividad biológica.
El informe de la Fundación Mediterránea también permite observar diferencias regionales relevantes. Brasil presenta precios más bajos que Argentina en 9 de los 10 productos alimentarios relevados, lo que refuerza su competitividad como proveedor regional y global. Chile, por su parte, muestra cerca del 50% de los bienes alimentarios más baratos, mientras que China alcanza un 80% de productos con precios inferiores a los argentinos, reflejando economías de escala, subsidios y cadenas logísticas altamente optimizadas.
En contraste, mercados desarrollados como Estados Unidos, Australia y Francia exhiben entre el 70% y el 100% de los precios de alimentos por encima de los niveles argentinos. Para la industria local, esta brecha abre oportunidades comerciales, especialmente en exportaciones de valor agregado, proteínas animales y productos procesados, siempre que se logre sostener calidad, trazabilidad y estándares sanitarios exigidos por esos mercados.
Desde el punto de vista científico y técnico, la competitividad en alimentos no depende únicamente del precio final. Factores como eficiencia productiva, conversión alimenticia en ganadería, uso de tecnologías de precisión y mejora genética influyen directamente en los costos. En el caso de la carne bovina, Argentina mantiene ventajas comparativas en sistemas pastoriles, con menor huella de carbono por kilo producido en ciertos esquemas, un atributo cada vez más valorado por compradores internacionales.
Para el sector de alimentos y bebidas, estos datos también tienen implicancias en el mercado interno. Una menor presión inflacionaria en alimentos básicos contribuye a estabilizar el consumo, mejorar la previsibilidad de la demanda y facilitar la planificación industrial. No obstante, especialistas advierten que la sostenibilidad de esta mejora dependerá de políticas que fomenten la inversión, la infraestructura logística y el acceso al financiamiento productivo.
En síntesis, la ubicación del bife de nalga argentino entre los más baratos del mundo funciona como un indicador concreto de un reordenamiento más amplio de precios en el sector alimentario. Para la industria, representa una ventana de oportunidad que combina competitividad comercial, respaldo científico-productivo y potencial de crecimiento en mercados locales e internacionales.
