En los últimos años, el consumo de suplementos dietéticos en Brasil ha experimentado un crecimiento acelerado, de cada vez más personas recurren a estos productos con la esperanza de ganar energía, mejorar su rendimiento físico o reforzar su salud general.
La industria de los suplementos ha encontrado un terreno fértil en un público que busca soluciones rápidas y prácticas, lo que ha llevado a una amplia difusión de vitaminas y minerales en diversas presentaciones: cápsulas, polvos, líquidos e incluso inyecciones aplicadas en clínicas de estética y bienestar.
Si bien en muchos casos los suplementos pueden ser aliados valiosos, especialmente para quienes presentan deficiencias nutricionales diagnosticadas, su uso indiscriminado plantea un problema serio: la hipervitaminosis. Este término hace referencia al exceso de vitaminas en el organismo, una condición que, lejos de ser beneficiosa, puede desencadenar consecuencias graves para la salud.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), en el último año se ha registrado un aumento significativo en la oferta y consumo de dosis elevadas de vitaminas, incluso a través de vías intramusculares e intravenosas, prácticas que muchas veces no cuentan con respaldo médico. Este fenómeno es particularmente preocupante en el caso de las vitaminas liposolubles —A, D, E y K—, ya que se acumulan en el tejido graso y el hígado, dificultando su eliminación y aumentando el riesgo de toxicidad.
Los efectos de la hipervitaminosis varían según la vitamina involucrada y la cantidad ingerida. Por ejemplo, un exceso de vitamina A puede causar daños en la piel, caída del cabello, dolores articulares e incluso problemas hepáticos. La sobredosis de vitamina D puede alterar los niveles de calcio en sangre, afectando riñones y sistema cardiovascular. El abuso de vitamina E, asociada a la protección antioxidante, puede incrementar el riesgo de sangrados, mientras que la vitamina K, cuando se consume sin control, interfiere con la coagulación sanguínea.
Es importante destacar que la hipervitaminosis no se limita a las vitaminas liposolubles. Incluso las hidrosolubles, como la vitamina C y las del complejo B, aunque se eliminan con mayor facilidad a través de la orina, también pueden causar efectos adversos cuando se consumen en exceso. Náuseas, diarrea, alteraciones digestivas, insomnio y neuropatías son algunos ejemplos de complicaciones derivadas de un consumo desmedido.
El problema central radica en la percepción de que las vitaminas, por ser asociadas con salud y bienestar, no representan peligro alguno. Este mito, reforzado por campañas publicitarias y la venta libre de suplementos, lleva a muchos consumidores a automedicarse sin orientación profesional. Sin embargo, la frontera entre una dosis terapéutica y una dosis tóxica puede ser mucho más estrecha de lo que se imagina.
Los especialistas insisten en que el mejor camino para obtener los nutrientes necesarios sigue siendo una alimentación equilibrada y variada, rica en frutas, verduras, cereales integrales, proteínas de calidad y grasas saludables. Los suplementos, cuando son realmente necesarios, deben ser utilizados bajo indicación y supervisión médica, de preferencia con base en exámenes clínicos que comprueben deficiencias específicas.
La hipervitaminosis nos recuerda que “más” no siempre significa “mejor”. El cuidado con la salud exige responsabilidad, información confiable y orientación adecuada. Antes de consumir cualquier suplemento, es fundamental considerar que la prevención y el equilibrio siguen siendo las claves para mantener el bienestar a largo plazo.