Los rindes caerían alrededor del 40% en la zona núcleo. Mientras tanto la intención de siembra de maíz cayó un 7%. La soja es el gran interrogante.
La sequía que afronta la principal zona productiva de la Argentina es y será hacia el 2023 uno de los mayores desafíos que tendrá que afrontar la economía argentina.
Es que la falta de precipitaciones continuaría, por lo menos, hasta el primer trimestre del año próximo y afectaría fuerte a la campaña de soja.
Por lo pronto, más acá en el tiempo, las proyecciones de la cosecha de trigo acaban de reducirse hasta las 16,5 millones de toneladas, la producción más baja en siete años y que reduce sensiblemente el saldo exportable del país y por ende el ingreso de divisas entre diciembre y enero del año próximo.
Desde la Bolsa de Comercio de Rosario detallan: “Hace un mes se señalaba un horizonte productivo en torno a los 17,7 millones de toneladas.
Pero el mes de setiembre trascurrió casi sin lluvias cómo agosto y julio en buena parte de la región pampeana. Las sucesivas heladas de setiembre intercaladas por temperaturas que han llegado a superar los 30 grados en un ambiente de bajísima humedad relativa han agravado la condición del trigo y bajan las expectativas productivas nacionales.
Se estima que 2,5 M de hectáreas de trigo -el 40% del trigo sembrado- está en condiciones regulares a malas. Con un área sembrada de 5,9 millones de hectáreas y esta nueva proyección de 16,5 millones de toneladas, Argentina produciría un 28% menos de trigo que el ciclo pasado.
De esta manera, sería la producción más baja de los últimos 7 años, estando incluso por debajo del complicadísimo ciclo 2020/21, en el que solo se produjeron 17 millones de toneladas”.
Las primeras estimaciones, adelantan que el saldo exportable del cereal se reduciría en unas 3 millones de toneladas lo que significaría una caída en el ingreso de divisas de al menos u$s600.000.
Para el maíz la situación es bastante similar, aunque en principio se esperaba un retroceso de la superficie de 400.000 hectáreas respecto al ciclo pasado, el recorte del área de siembra que se estima en septiembre es mayor y trepa a un total de 600.000 hectáreas.
Para este nuevo ciclo se estima una intención de siembra de 8 millones de hectáreas, lo que resulta en una baja interanual de 7%.
“Las razones son las mismas que se destacaban hace un mes: la sostenida falta de agua durante los últimos 36 meses sobre la región pampeana -en especial en el centro, oeste y norte- que se ha intensificado en las últimas 3 estaciones y los pronósticos de una tercera Niña consecutiva.
El sector enfrenta un desafío mayúsculo sobre todo los que plantean siembras tempranas de maíz”, explican desde la entidad rosarina.
De esta manera, con 8 millones que se sembrarían, 7 millones que se volcarían directo al circuito comercial, se espera una producción que rondaría 56 millones de toneladas.
Mientras tanto para la soja las proyecciones parecen ser más positivas, pero todo sigue dependiendo del clima.
En las últimas semanas se habrían sumado unas 200.000 hectáreas de intención de siembra, que son justamente las que no se implantarán con maíz.
En total la oleaginosa en la campaña 2022/23 cubriría unas 17 millones de hectáreas, el aumento sería de 900.000 hectáreas, un 5,6% más que en el 2021.
De esta manera, se estaría ante una producción de aproximadamente 48 millones de toneladas (se toman 400.000 hectáreas como promedio de superficie perdida o no cosechada).
En este contexto, la mayor preocupación que hay en el campo, más allá de la sequía que afecta fuerte al trigo y al sorgo, es lo que puede suceder con el maíz y la soja y justamente con este último cultivo que solo durante este año aportó unos u$s24.000 millones en divisas.
Algunos asesores recomiendan a los productores no comenzar a sembrar hasta que los perfiles de humedad estén en mejor estado y para eso se necesitan lluvias en cantidad que no llegan.
La campaña 2022/23 plantea un serio interrogante que puede afectar duro a la economía el próximo año y todo depende de algo tan poco maleable como lo es el clima.