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La industria cárnica alerta de que los altos costes de producción amenazan su futuro

Cárnicos Europa

Anice ha alertado sobre “el preocupante futuro económico del sector, que está viviendo una histórica escalada de precios de la materia prima cárnica, tensionando toda la cadena ganadero-cárnica y sin que se divise cambio de tendencia a corto y medio plazo”.

En el caso del sector porcino, la organización explica que la Unión Europea viene arrastrando un descenso de su producción porcina desde 2020, que ha culminado con una caída del 6% en 2022. Algunos de los países productores de la UE, como Alemania y Polonia (-10%), Italia (-7,2%), Dinamarca (-7%), Holanda (-2%) han sufrido pérdidas de producción significativas.

En España la caída de producción ha sido menos significativa en volumen (-1% en 2022), que, en el resto de los países europeos, pero, como apunta Miguel Huerta, secretario general de Anice “es importante porque apunta a un cambio de tendencia, al tratarse del primer descenso de estas producciones en diez años”.

Esta situación tiene su origen en la escalada de los costes de producción, las incertidumbres sobre la evolución de los mercados y la creciente presión regulatoria, que acosa y dificulta la apertura y ampliación de las explotaciones, sin olvidar, algunas de reciente entrada en vigor y otras, de sostenibilidad y bienestar, que se están gestando en Bruselas.

En nuestro país, el precio del porcino vivo viene subiendo de manera continuada desde principios de año, un aspecto que vemos reflejado en el gráfico de evolución de las cotizaciones del porcino en la Lonja de Mercolérida, que en la semana 11 ha alcanzado un nuevo pico histórico de 1,99 euros/kilo, frente al 1,35 euros/kg. del año pasado en la misma semana, experimentando una subida interanual del 47% y casi el doble (un 80%) en los lechones.

Una situación similar se da también en el sector vacuno, aunque las cotizaciones se van estabilizando relativamente tras meses de continuas subidas, a pesar de que la media de 2023 se encuentra a niveles superiores a los de 2022. Este sector acusa también la escasez de animales derivada del descenso del número de reproductoras por el retroceso del censo lácteo y la escasa rentabilidad estructural de la producción bovina.

Al margen de las materias primas, el sector se enfrenta a otras dificultades derivadas de los elevados costes energéticos que, como ya se alertó desde Anice, fueron el pasado año un 344% más elevados que en el 2019. Estos han vuelvo a subir en febrero fuertemente (+91,91%) en comparación con el precio de enero, sin que puedan descartarse nuevas subidas a lo largo del año.

Los nuevos costes regulatorios, como el impuesto al plástico, que de manera pionera ha introducido España desde el 1º de enero, cuando todos los demás gobiernos europeos han pospuesto su entrada en vigor, merman aún más las expectativas de rentabilidad de la industria cárnica.

Otro motivo de preocupación para las empresas del sector es la creciente presión de la inflación, que se ha traducido en mayores costes de todos los insumos y también, en un incremento excepcional de los costes salariales.

“Nos encontramos en medio de una tormenta perfecta que está afectando a un sector que ya salía muy herido del 2022, pese al buen dato de las exportaciones. Urge adoptar una serie de medidas extraordinarias que inevitablemente deben pasar por una menor presión fiscal y regulatoria, ayudas para hacer frente a la escalada de costes energéticos (al igual que las anunciadas para el sector primario) y una política de apoyo a la industria que facilite un mayor y más fácil acceso a los fondos Next Generation”, afirma Huerta.

“Ya es un clamor que el consumo de un producto tan esencial para nuestra dieta como la carne no se esté beneficiando de la reducción del IVA. Desconocemos los motivos de no incluirla y entendemos que no debe tener un origen presupuestario, ya que la escalada de precios conlleva precisamente una mayor recaudación para las arcas públicas.

Durante la pandemia garantizamos un aprovisionamiento que parecía imposible y nos consideraron esenciales, pero a la hora de la verdad, las familias están sufriendo una discriminación fiscal que no favorece el consumo de carne, tan importante para nuestra dieta”, añade.

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