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Alimentos cotidianos que comprometen la salud cardiovascular

Latinoamérica Ingredientes

La relación entre alimentación y salud cardíaca es uno de los temas más estudiados tanto por la medicina clínica como por la industria alimentaria. La evidencia científica converge en un punto: los patrones dietéticos basados en productos frescos, mínimamente procesados y con bajo aporte de sodio, grasas saturadas y azúcares añadidos reducen de manera significativa la incidencia de enfermedades cardiovasculares, que siguen siendo una de las principales causas de mortalidad en América Latina.

En ese marco, el cardiólogo Aurelio Rojas ha adquirido notoriedad por divulgar recomendaciones dirigidas a consumidores que buscan decisiones alimentarias más informadas. En un reciente análisis, el especialista detalló categorías de alimentos cuyo consumo debe limitarse debido a su impacto negativo en los marcadores metabólicos y en la función vascular. Sus observaciones coinciden con las tendencias regulatorias y con el creciente interés de la industria por reformular productos hacia perfiles más saludables.

Carnes procesadas: una categoría bajo creciente escrutinio

Rojas pone especial atención en las carnes procesadas —jamón cocido, mortadela, chorizos, embutidos y choped— señalando que se encuentran entre los productos con mayor aporte de sal y grasas saturadas, además de aditivos como nitritos y fosfatos. Estudios epidemiológicos asocian su consumo habitual con un incremento del riesgo de hipertensión, inflamación sistémica y eventos coronarios.

Las salchichas industriales, un producto de alta rotación en el mercado latinoamericano, concentran varios de estos factores de riesgo. Su combinación de sodio elevado, emulsificantes y grasas de baja calidad nutricional favorece procesos inflamatorios y puede acelerar el deterioro de la elasticidad arterial. Para Rojas, sustituir esta categoría por proteínas frescas —carnes magras, pescado, huevos o legumbres— constituye una de las medidas más efectivas para reducir la carga cardiovascular sin modificar drásticamente los hábitos del consumidor.

Salsas industriales: pequeñas porciones, gran impacto

El especialista también alerta sobre el consumo frecuente de salsas industriales como kétchup, mostaza dulce, salsa barbacoa o aderezos cremosos. A pesar de que suelen utilizarse en cantidades aparentemente pequeñas, su densidad de azúcares añadidos, sodio y espesantes convierte a estos productos en un contribuyente significativo a la ingesta calórica vacía y a la disrupción del metabolismo glucémico.

Desde el punto de vista comercial, se registra una tendencia a reformular estas salsas, pero Rojas insiste en que la alternativa más segura y funcional sigue siendo optar por preparaciones caseras simples, como tomate natural triturado, yogur sin azúcar con especias o guacamole fresco.

Desayunos ultraprocesados: cereales y bebidas saborizadas

Los cereales azucarados continúan entre los productos más promocionados para niños y adultos, pero su perfil nutricional dista de ser ideal. Rojas subraya que la carga de azúcares simples eleva bruscamente la glucosa en sangre, lo que induce picos inflamatorios y puede alterar la sensibilidad a la insulina a largo plazo.

Una problemática similar se observa en leches vegetales saborizadas —vainilla, chocolate o caramelo— que, pese a su posicionamiento como alternativas “naturales”, suelen contener edulcorantes, estabilizantes y formulaciones de baja calidad proteica.

El espejismo de los productos “light”

El cardiólogo también advierte sobre productos etiquetados como “light” o “reducidos en grasa”. Aunque estas versiones se comercializan como alternativas saludables, muchas veces sustituyen las grasas por azúcares, almidones modificados y aditivos destinados a mantener la textura, lo que termina alterando el perfil metabólico del producto original.

Cómo identificar alimentos problemáticos

Rojas recomienda aplicar una regla simple: revisar la lista de ingredientes y buscar formulaciones que se asemejen a lo que se usaría en una cocina doméstica. Menos aditivos, menos riesgo. Y concluye: “No se trata de prohibir, sino de frecuencia. Estos alimentos deben ser ocasionales, nunca una presencia diaria”.

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