Italia dio un paso decisivo para modernizar su histórica industria vitivinícola al aprobar un decreto que autoriza y regula formalmente la producción de vino sin alcohol. La nueva normativa, impulsada de manera conjunta por el Ministerio de Economía y el Ministerio de Agricultura, Soberanía Alimentaria y Bosques, establece por primera vez un marco legal claro para la elaboración, conservación y comercialización de vinos con graduación 0,0%, un segmento en rápida expansión a nivel global.
El ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, destacó que el decreto busca entregar “certeza normativa y nuevas oportunidades de crecimiento” a un sector que enfrenta desafíos estructurales, como la volatilidad del consumo tradicional y la presión competitiva internacional. En su declaración oficial, subrayó que la regulación permitirá a las bodegas italianas innovar sin perder identidad ni calidad, pilares clave de la reputación del vino italiano en los mercados internacionales.
Italia es uno de los mayores productores y exportadores de vino del mundo, compitiendo directamente con Francia y España. Solo en 2024, las exportaciones italianas de vino alcanzaron los 8.100 millones de euros, equivalentes a unos 9.520 millones de dólares, según datos de la banca Intesa Sanpaolo. Sin embargo, el consumo per cápita en mercados maduros muestra una tendencia a la baja, mientras crece la demanda por alternativas con menor contenido alcohólico, impulsada por cambios en los estilos de vida, regulaciones sanitarias y una mayor conciencia sobre la salud.
El nuevo decreto permite a los productores “efectuar, bajo determinadas condiciones y dentro de límites cuantitativos definidos, el proceso de desalcoholización del vino”. Desde el punto de vista técnico, este proceso se apoya en tecnologías como la ósmosis inversa, la destilación al vacío o las columnas de conos rotatorios, métodos que permiten reducir o eliminar el etanol sin afectar de forma significativa los compuestos aromáticos y fenólicos responsables del perfil sensorial del vino. Estudios científicos indican que, cuando estos procesos se aplican de manera controlada, es posible conservar buena parte de los antioxidantes naturales, como los polifenoles, asociados a beneficios cardiovasculares.
Además de autorizar la producción, la normativa regula la concesión de licencias, define los requisitos para la conservación del producto y establece obligaciones administrativas y mecanismos de supervisión para su comercialización. Esto incluye controles de trazabilidad y etiquetado, un aspecto clave para garantizar transparencia al consumidor y evitar confusiones con otras bebidas a base de uva.
El sector llevaba años reclamando esta regulación. Diversas bodegas italianas ya habían realizado inversiones relevantes en infraestructura y equipamiento para la desalcoholización, pero se encontraban en desventaja frente a productores de otros países europeos donde el marco legal ya estaba vigente. “Desde hace tiempo pedíamos poder operar en igualdad de condiciones competitivas”, señaló la Unión Italiana del Vino (UIV) en un comunicado, valorando el decreto como un paso estratégico para no perder cuota de mercado.
Las proyecciones respaldan esta decisión. El Observatorio de la UIV estima que el segmento de vinos con bajo o nulo contenido alcohólico es uno de los pocos con crecimiento sostenido dentro del mercado global del vino. Los ingresos, que hoy se calculan en torno a los 2.400 millones de dólares, podrían alcanzar los 3.300 millones hacia 2028. Este crecimiento está impulsado principalmente por consumidores jóvenes, mercados urbanos y canales como el retail especializado y la restauración saludable.
Con esta regulación, Italia no solo busca adaptarse a una tendencia global, sino también posicionarse como un actor relevante en un nicho que combina innovación tecnológica, ciencia alimentaria y nuevas demandas de consumo, sin renunciar al prestigio de su tradición vitivinícola.













