Un reciente estudio científico ha encendido las alertas sobre un componente común en muchas bebidas energéticas: la taurina.
Esta sustancia, que se produce de forma natural en el cuerpo y se encuentra también en alimentos como la carne, el pescado y los huevos, podría estar involucrada en el desarrollo y progresión de ciertos tipos de cáncer de sangre. La investigación, llevada a cabo por el Instituto Oncológico Wilmot de la Universidad de Rochester (Estados Unidos) y publicada en la revista Nature, muestra que la taurina podría actuar como un facilitador clave en el crecimiento de las células de leucemia mieloide.
El hallazgo es especialmente relevante para países como México, que figura entre los líderes de consumo de bebidas energéticas en América Latina. En los últimos años, su popularidad ha aumentado especialmente entre jóvenes y adultos jóvenes, quienes las consumen tanto por sus efectos estimulantes como por modas vinculadas al deporte y la vida nocturna. Sin embargo, este nuevo estudio sugiere que su consumo habitual podría tener implicaciones mucho más serias de lo que se pensaba.
El equipo liderado por la doctora Jeevisha Bajaj logró frenar el crecimiento de la leucemia en modelos preclínicos, utilizando herramientas genéticas que bloquean el acceso de la taurina a las células cancerosas. La clave está en un gen llamado SLC6A6, que codifica un transportador de taurina. Las células de leucemia no pueden fabricar taurina por sí mismas, por lo que dependen de absorberla del microambiente de la médula ósea, donde sí es producida por otras células sanas.
Este transportador permite que la taurina ingrese a las células leucémicas, promoviendo un proceso llamado glucólisis, que les proporciona energía y favorece su multiplicación. Esta conexión entre taurina y metabolismo celular canceroso no había sido descubierta anteriormente.
Los investigadores advierten que esta vía podría representar una nueva estrategia terapéutica: si se logra bloquear la captación de taurina por parte de las células cancerosas, se podría ralentizar o incluso detener el avance de la enfermedad. Esto es especialmente importante para subtipos agresivos como la leucemia mieloide aguda (LMA), la leucemia mieloide crónica (LMC) y los síndromes mielodisplásicos (SMD), todos con origen en las células madre de la médula ósea.
La doctora Jane Liesveld, oncóloga de Wilmot y coautora del estudio, explicó que “la reprogramación metabólica es una característica distintiva del cáncer”. Hasta ahora, la mayoría de los tratamientos se habían centrado en las alteraciones genéticas de las células cancerosas, pero se está abriendo una nueva línea de investigación centrada en cómo estas células manipulan su entorno metabólico para resistir terapias y prosperar.
Este estudio, fruto de años de mapeo del ecosistema de la médula ósea, destaca también cómo el avance científico —impulsado por instituciones especializadas y rigurosas como la Universidad de Rochester— puede ayudar a identificar nuevos riesgos invisibles para la salud pública. La inocuidad percibida de la taurina, al ser natural y usada incluso como suplemento en pacientes con cáncer para aliviar los efectos secundarios de la quimioterapia, podría haber retrasado la atención sobre sus efectos negativos.
Los autores recomiendan que futuros estudios midan los niveles de taurina en pacientes con leucemia y evalúen cuidadosamente la conveniencia de administrar suplementos con este compuesto. En países con alto consumo de bebidas energéticas como México, este llamado cobra aún más relevancia.
En conclusión, aunque la taurina no ha sido demonizada en el pasado, estos nuevos hallazgos sugieren que su consumo suplementario —especialmente en contextos de riesgo como enfermedades hematológicas— debería ser reconsiderado con más cautela y con base en la evidencia científica más reciente.